Estos días he podido disfrutar mucho
de una de las cuatro comunidades autónomas españolas que me quedaba
por conocer. Lugares preciosos, vistas impresionantes, comida
deliciosa, música cautivadora... pero sobre todo, y como todo en
esta vida, lo mejor es siempre la compañía, las personas.
Gran Canaria es una isla bonita, con
encanto, llena de personas cercanas, cálidas, y cariñosas. Es un
sitio que en los últimos cuatro meses me ha estado convenciendo y
atrayendo para conocerlo, y ahora que lo he hecho ya puedo decir que
lo adoro gracias precisamente a una persona.
Allí he hecho muchas cosas
interesantes: he visitado pueblos como Arucas, Teror, Algaete, Telde,
o Gáldar; he probado platos ricos y autóctonos (papas arrugás con
mojo picón, potaje de berros, gofio, bienmesabe...); he jugado al
golf (y descubierto algo que desconocía y prejuzgaba y he aprendido
a ver la parte positiva de ello y a pasarlo bien con el juego); he
rememorado y compartido música; y hasta he sido espectadora de un
sueño ajeno... La suma de todo eso dio lugar a sensaciones preciosas
y únicas que quiero volver a experimentar, porque al fin y al cabo
qué es la vida sino la búsqueda de la felicidad, el acercamiento a
aquellos que nos dan alegría, nos aportan amor y nos complementan.
Porque alejarse o dejarlos pasar es como condenarse. Vivir es
disfrutar del presente y éste para mí es todo lo que me rodea, lo
que quiero y disfruto, lo que deseo, me apasiona y sueño. Es lo que está “presente”
dentro de mí y esas sensaciones me dan ilusión para querer seguir
conservándolo siempre.
Por
eso, una vez más, este viaje me ha vuelto a enseñar que nada puede
superponerse al valor y amor de las personas. Puedes hacer cosas que te
fascinan, que te hacen reír, que te divierten o entretienen, que te
inspiran y llenan... pero si no hay personas con las que
compartirlas, esas cosas saben a poco.
Cariño, diversión, pasión, positividad, ilusión... Hay
muchas cosas que me sugiere este viaje a las Canarias, pero solo una
se sobrepone a todas. Y es que, como decía la metáfora sobre el universo que
me contó un 'pajarito', “si hay uno, tiene que haber otro”.