It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

martes, 10 de septiembre de 2019

Odio

Se dice que la palabra odio es muy fea, pero más que la palabra en sí, obviamente, es su significado. Esta palabra evoca emociones muy desagradables, es cierto. Nadie quiere vivir en un mundo lleno de odio, porque este provoca rabia, ira, desprecio, repulsa... ¿pero quién no ha sentido estas emociones alguna vez?

Somos seres humanos y todos hemos sentido o sentimos a menudo estas sensaciones tan  negativas. A veces se nos llena la boca usando la palabra odio. Odio esto, odio aquello. A mí, sin ir más lejos, a menudo me dicen que uso muchísimo esta palabra, y es cierto. Aunque también es cierto que creo que soy una persona que en el fondo, realmente, no alberga nada de odio.

Yo soy una persona muy pasional y extremista con ciertos temas. También suelo ser bastante intransigente con las cosas que creo que debo serlas y tengo opiniones radicales. Y no lo voy a negar, por economía del lenguaje me sale más a cuenta decir que odio algo a decir que algo me indigna, enfada, o repele. ¿Pero qué hacemos con estas emociones? ¿Las reprimimos, las camuflamos, las maquillamos? De alguna forma habrá que canalizarlas para que no se nos enquisten, ¿no? Porque yo soy de las que piensan que la mierda hay que sacarla. Como cuando nos hacemos una herida. Esta no se cura hasta que no ha salido todo el pus. Pues con el "odio", o como queramos llamarlo igual.

¿Pero qué es el odio? ¿Cómo se ve el odio desde un punto de vista psicológico o, incluso, filosófico? Descartes veía el odio como la conciencia de que algo estaba mal combinada con el deseo de alejarse de ello. De forma un poco más extrema, Aristóteles creía que el odio era un fuerte deseo de aniquilación. Tras muchos siglos de análisis, la psicología también llegó a estudiar este sentimiento y Freud -en la línea de Aristóteles- lo definió como un estado del Yo que desea destruir la fuente de su infelicidad. Vemos que más o menos todas hacen referencia a algo que nos provoca malestar y al deseo de eliminarlo. Pero, ¿eliminarlo cómo? ¿Se puede realmente eliminar ese sentimiento, ese objeto de discordia? ¿O, por el contrario, lo único que podemos hacer es transformarlo en otra cosa?

Yo personalmente creo que mientras no podamos eliminar de nuestro sistema ese sentimiento de odio, deberíamos al menos intentar canalizarlo de una forma sana y usarlo para construir algo que nos ayude a sentirnos mejor. Y no hablo de reprimir o fingir que no sentimos enfado o indignación. Sino de no dejar que nos afecte demasiado en nuestro día a día impidiéndonos hacer cosas productivas. A mí hay muchísimas cosas que me repatean y me revuelven el estómago, y no van a dejar de hacerlo. Tampoco voy a dejar de expresar mi rechazo por ellas, pues me sienta bien desahogarme ya sea sola en mi diario o con las personas más cercanas y que mejor me entienden. Lo que no voy a dejar que ocurra es que ese sentimiento me corroa por dentro y me impulse a llevar a cabo actos destructivos. Puedo fantasear con ello a veces, no lo voy a negar, pero no lo voy a materializar.

Y ¿qué hacer, pues, cuando nos invade la rabia, la ira o el enfado? Pues eso dependerá de cada persona. Lo más importante es dejarlo salir, nunca reprimirlo ni negar que existe. Podría dar miles de ideas de cómo transformarlo en algo constructivo: haciendo ejercicio físico, yendo al campo a gritar, vomitándolo en palabras en nuestro diario, haciendo técnicas de relajación, usando ese impulso para participar en alguna asociación que luche contra aquello que nos cabrea, expresándolo de forma artística, meditando, con visualizaciones...

Sin embargo, creo que lo más sensato y lo que realmente ayuda a sobrellevarlo es aceptándolo. Aceptando que no somos seres de luz angelicales que sólo sienten paz y amor, y asumiendo que tenemos nuestras partes oscuras. Reconociendo que somos animales y que la agresividad (que no la violencia, que es una conducta aprendida) es un instinto que durante milenios nos ha acompañado y hasta nos ha ayudado en nuestra supervivencia. Y teniendo claro que si no fuera por ese sentimiento de rechazo e indignación jamás habríamos evolucionado como especie. Porque es desde la rabia y desde el inconformismo donde nace el análisis crítico y la fuerza para transformar las cosas. Si no nos molestara las injusticias del mundo, si simplemente estuviéramos anestesiados y tan sólo sonriéramos complacientes y sumisos, jamás habríamos cambiado el mundo.

Así que, seguid enfadándoos, no os avergoncéis de sentir rabia. Eso os hace estar alerta y, sobre todo, os hará reaccionar y actuar de forma constructiva siempre y cuando no os dejéis dominar y consumir por ese veneno que puede llegar a ser el odio.



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