Ha sido un año lleno de cambios y la vez siento que no ha ocurrido gran cosa. Cuando enero empezó me encontraba fatal a nivel físico y a la vez estaba pasando por un difícil momento personal. En aquel entonces pensaba que nada podría ir a peor, que sin duda, enero sería el peor mes del 2020 y que todo lo que estaba por venir sólo podía ser mejor. ¿Cómo iba a saber yo que se avecinaba una pandemia mundial?
Aunque la verdad es que ahora en perspectiva y ciñéndome a cómo yo me he sentido a nivel personal, puedo decir que aunque no haya viajado este año ni hecho muchas de las cosas que me hubiera gustado, efectivamente enero fue el peor mes del año.
La pandemia y el consecuente confinamiento que la situación requería, me regaló algo que necesitaba y deseaba: tiempo para mí. Fue un parón que no sólo benefició al planeta y a sus habitantes, sino a que a mí a nivel personal me salvó.
Durante los meses de confinamiento el tiempo se me pasó volando, de hecho sentía que al día le faltaban horas para hacer todo lo quería hacer. Disfruté tanto de ese tiempo exclusivo para mí, que cada vez que alargaban el estado de alarma, en cierto modo me alegraba.
El silencio, mis libros, los momento de creatividad y de crecimiento intelectual y personal... Todo contribuyó a que fuera, sin lugar a dudas, el año de la introspección. Esa soledad impuesta me forzó a buscar nuevas maneras de sobrellevar el día a día, de organizar las horas muertas, de cumplir objetivos sin moverme del sitio, de sentirme "productiva" sin "hacer nada", de saber que de alguna forma avanzaba y no me quedaba atascada como el planeta entero. Y así, a fuerza de adaptarme a la situación que nos tocó vivir, saqué el máximo provecho de un año de stand-by global.
¿Qué he aprendido?
- Que efectivamente todo es imprevisible y por ello debemos vivir en el presente.
- Que la Tierra no nos necesita.
- Que las personas somos increíblemente flexibles y nos adaptamos fácilmente a los cambios.
- Que una sanidad pública y de calidad es el mayor bien que puede tener una sociedad.
- Que la tecnología puede ayudarnos a sobrellevar grandes crisis.
- A tener una rutina para el aprendizaje de idiomas, a ser constante y responsable con mis objetivos.
- A tener una conversación en rumano.
- Sobre derecho, historia, política y filosofía feminista.
- Que no voy a anteponer las necesidades o deseos de nadie a los míos propios.
Lo mejor del 2020
- El silencio, las calles desiertas y poder oír los pájaros que viven en mi barrio.
- La ausencia de compromisos sociales y obligaciones laborales.
- El primer día que salí a pasear y vi el mar después de meses encerrada.
- Las horas dedicadas a la lectura.
- El frío y la lluvia que hicieron que quedarse en casa en pijama fuera el mejor plan posible.
- La ausencia de besos y toqueteos protocolarios.
- Los momentos de creatividad acompañados de infusión y velas.
- Los bizcochos caseros.
- Haber tenido tiempo para estudiar y aprender cosas nuevas.
- Las tardes de feminismo con compañeras increíblemente inteligentes e interesantes.
- Haber retomado viejos idiomas y haber empezado otros nuevos.
- Haber conocido personas geniales de diferentes partes del mundo.
- Haber retomado la correspondencia por carta.
Lo peor:
- Las dolencias físicas y emocionales que sentí a principio de año.
- Haber perdido parte de mi independencia.
- Haber dejado mi antigua rutina, sobre todo los paseos matutinos.