Después de más de 96 horas, más de 6.000 kilómetros (casi 4.000 millas), más de 30 kilos de equipaje (alrededor de 60 libras), unas 10 horas de viaje, 4 días de entrenamiento y 3 nuevas amigas sudamericanas... puedo decir al fin que mi cambio de rumbo ya tiene nombre: Charlottesville.
Mi nueva vida tiene lugar en esta pequeña ciudad en el estado de Virginia donde las calles parecen un decorado, las casas de cartón y el color predominante es el verde de los árboles.
Pero mi aventura no empezó en esta enorme casa con esta gran familia, sino que empezó la mañana del día 5 de julio cuando, entre muchos nervios, me despedía de mis padres y mi querida amiga Anabel. En el avión no podía parar de pensar en que no iba a volver a verlos en meses... 13 meses para ser exactos. Y la idea de alejarme cada vez más de ellos me ponía más y más triste. Y luego me acordé de mi bebé, de mi Tango... y entonces noté cómo los ojos me escocían y se me llenaban de lágrimas.
Tras 7 horas y media de viaje aterricé en el aeropuerto JFK de Nueva York. Recogí mi maleta y mi gran amigo Jet Lag vino a recogerme (y aún sigue conmigo). Con él venía un chico llamado algo así como Jess que me llevó con las otras chicas. Allí sólo había alemanas y tailandesas, y yo estaba en medio de esos grupitos con el miedo de siempre: no encontrar gente para mí.
Llegamos al hotel, nos dieron una pequeña bienvenida, las llaves de la habitación y... ahí estaba yo, sin compañera de habitación. Pensé que sería así durantes los cuatro días de entrenamiento, pero al cabo de dos horas, mientras caminaba por el pasillo, pude ver a lo lejos cómo un botones ayudaba a una chica con la llave y entonces supe que aquella sería mi compañera. Su nombre era Mariana y era de Costa Rica. No hablamos mucho... ella se fue al Mall y yo a la cama.
A la mañana siguiente, sin saber muy bien cómo, ya tenía nuevas amigas: Stephanie de Costa Rica también, a quien conocí en el desayuno, y Laura de Colombia. Después de comer fuimos juntas al Mall y enseguida empezamos a reírnos de todas las barbaridades que nos habían enseñado en el training. Que si no dejáramos nuestra copa sola si íbamos a algún bar porque alguien podría drogarnos y luego violarnos, que si no hiciéramos pipí delante de los niños porque podría considerarse abuso a menores, que si no cogiéramos al niño del brazo muy fuerte porque le podríamos dislocar el hombro y también se consideraría abuso, que si el niño se empezaba a ahogar le pidiéramos permiso para ayudarle, que si el niño te decía "te odio" en realidad significa "echo de menos a la otra au pair" y tendríamos que darle palmaditas en la espaldas porque estaría siendo honesto y directo, que si los niños americanos no están malcriados simplemente es una cultura diferente...
En fin, suficiente como para hacernos reir durante los 3 días de entrenamiento y que eso las convirtiera en mis primeras amigas en los EE. UU. (Chicas, ojalá pudiera vivir esta aventura con vosotras hasta el final :)
Y ahora estoy en mi casa de Charlottesville, con mis padres postizos Nick y Sheri y mis niños Jacob y Ezra. Me queda mucho por aprender, mucho por descubrir, mucho por vivir. Y poco a poco en este blog iré contando las cosas que me vayan sucediendo.
1 comentario:
Me encanta.... perfectamente resume nuestros primeros días!!! jajaja me reí demadasiado. Laura
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