It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

domingo, 26 de diciembre de 2021

Amor, sexo y otros productos de consumo

Si sobre algo he reflexionado en los últimos meses ha sido sobre el sexo, el amor y, en general, las relaciones humanas.

Vivimos en una sociedad capitalista donde la base de todo es el consumo. Tanto tienes, tanto vales. Tanto acumules, tanto poder tienes. El éxito se mide en el número de adquisiciones materiales (o inmateriales) que tengas. Todo tiene un precio. Todo puede comprarse y venderse. Incluso las personas. Incluso el "amor".

Las personas hemos dejado de ser seres humanos, ya no somos sujetos con un cuerpo y una mente pensante con inquietudes, intereses, ideas, sueños, aspiraciones. Las personas hemos pasado a ser objetos de consumo. Objetos sin sentimientos ni deseos propios. Somos tan sólo mercancía intercambiable y reemplazable. Piezas de un engranaje que funcionan mientras haya alguien que nos use y saque un beneficio. Pero todo objeto tiene fecha de caducidad, y cuando deja de servir, se desecha, se tira.

El sexo ya no es un momento de intimidad con otro ser humano, con un igual. El sexo se ha convertido en un pasatiempo, en una válvula de escape para descargar estrés u otras frustraciones más profundas.

El sexo ya no corresponde a ese anhelo de fusión innato en todas las personas, a ese deseo de unión con otra persona. El sexo ya no reporta acercamiento, conocimiento, cariño. Tan sólo proporciona desahogo momentáneo y un vacío mayor después de la separación. El sexo, hoy en día, no ofrece compañía ni una sensación de plenitud más allá del acto físico. El sexo activa un sentimiento de separación y soledad aún mayor del que sentías antes de unirte físicamente a la otra persona.

Y ¿cómo ha ocurrido eso? Lo dicho, gracias al capitalismo que se ha encargado de vaciarnos de todo nuestro valor intrínseco como seres humanos, y poniendo precio a nuestros cuerpos como si fueran meros trozos de carne. No se nos ve como un conjunto con valor y cualidades propias. Se nos valora sólo en base a lo que podemos proporcionar con nuestras respectivas partes del cuerpo. No somos personas, somos objetos penetrables o penetrantes. Podemos penetrar o ser penetradas, pero sólo a un nivel superficial. Profundizar queda prohibido, porque si se nos ocurre desprendernos de todos los estímulos externos que nos distraen, de todos los anucios que nos dicen cuánto podemos acumular, quizá nos dé por sentir que somos seres (y no objetos) con necesidades básicas de cuidados y atención. Y eso nos hace sentir vulnerables. Pero sobre todo, nos hace querer dejar de consumir y acumular conquistas y retos a nuestra lista de pertenencias, y eso es algo que no le conviene al sistema.

Sentir, cuidar, respetar, amar... son acciones que requieren de voluntad, tiempo, dedicación y compromiso, valores opuestos al capitalismo. El capitalismo quiere que las cosas se rompan, que nos aburramos de lo que tenemos, que no nos importe en qué estado se encuentra el "objeto de consumo", porque siempre hay otros disponibles para reemplazarlos. De hecho hay un catálogo lleno. Si uno no te basta o te cansa porque mantenerlo te supone demasiado trabajo, no pasa nada, hay otros miles disponibles para ser consumidos y tirados en cuanto les saques provecho.

Consumir es adictivo, produce dopamina, la hormona del "quiero más". Pero como toda droga o sustancia adictiva, luego deja un vacío difícil de soliviantar. Porque más no es mejor. Porque cuanto más consumes, menos conoces, más en la superficie te quedas. ¿Y acaso las personas no ansiamos en el fondo que nos conozcan, que nos aprecien, que nos mimen, que nos valoren? Pero todo eso conlleva una responsabilidad que no nos enseñan a poner en práctica. Entonces me pregunto, ¿qué pasaría si apostáramos por calidad en lugar de cantidad? ¿Qué pasaría si tratáramos a las personas como sujetos en lugar de como a objetos? ¿Qué pasaría si nuestro tiempo lo invirtiéramos en conocer a las personas con las que interactuamos, preguntándoles, mostrando interés, compartiendo momentos de intimidad con ellas, cuidándolas? ¿Acaso no alcanzaríamos un mayor grado de satisfacción? ¿Acaso no conseguiríamos relaciones más puras, más genuinas, más auténticas y duraderas? ¿Acaso no obtendríamos una mayor sensación de bienestar y felicidad en la confianza y la seguridad de que quien tenemos al lado nos conoce y se preocupa por nosotros, en lugar de vivir eternamente en la incertidumbre y el miedo de no saber cuándo esa persona dejará de utilizarnos o sernos de utilidad?

¿Y si comenzamos una revolución y damos una patada al capitalismo buscando relaciones de calidad (del tipo que sea)? ¿Y si mandamos a la basura el "cuanto más mejor" y, como propusiera Erich Fromm en su obra El arte de amar, ponemos en el centro de nuestras vidas los valores de cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento? ¿Y si en vez de odiarnos tanto hasta el punto de tratarnos como objetos desechables nos amáramos más?

2 comentarios:

David Salinas dijo...

Fíjate que estoy totalmente (o casi) de acuerdo contigo pero (y seguramente no debería usar el "pero") estoy viviendo una transición (o quizá solo reforzando una postura que ya tenía) hacia ver el sexo como una actividad desapegada del amor... ¡¡¡Del amor romántico!!! Por lo que esa visión del sexo sería complementaria con la tuya. Es decir, claro que se puede tener sexo esporádico, ocasional, sin compromiso, como una actividad de disfrute (para mí el sexo es un juego) pero, ¿por qué tenemos que desvertirlo (y desvestirnos a nosotros mismos) de afecto, de cuidado, de amistad? Follamigos lo llaman, pero ese tipo de relaciones no suelen ser de amistad,porque entonces habría amor, no compromiso, pero sí amor, y sin embargo se parecen más a lo que tú describes: relaciones de consumo, de usar y tirar.

Unknown dijo...

👌