It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

martes, 17 de marzo de 2015

Más allá del ombligo

Desde chica siempre he tenido una personalidad fuerte. Siempre he tenido claros cuáles eran mis ideales y siempre los he defendido vehemente. Incluso cuando era pequeña y era muy tímida, siempre me importó poco lo que opinaran los demás y nunca dejé de actuar acorde a mis principios (aunque los niños se rieran de mí por jugar a "curar a los árboles", uno de mis juegos inventados favoritos).

Mis padres siempre me enseñaron a luchar por mis valores y a ser libre a la hora de manifestarlos. Pero también me enseñaron que la base de todo es la comunicación y el respeto. Hablando se entiende la gente, como se suele decir.

Por desgracia no siempre es fácil ser una persona comunicativa, honesta y constructiva. Muchas veces sentimos miedo de expresar nuestra opinión por "el qué dirán". A mí eso siempre me dio igual. Otras veces nuestro ego puede tanto que nos olvidamos de que no todo gira en torno a nosotr@s y que hay personas con otras opiniones igual de respetables.

Me aburre esa presión de tener que quedar bien todo el rato, de ser políticamente correcto constantemente hasta el punto de llegar muchas veces a ser hipócritas. Me aburre que siempre nos guste tener la razón por encima de todos los demás. Hay muchas formas de decir las cosas y también muchas realidades. No existe una verdad única que todos tengamos que acatar y no discutir. Creo que cada uno tiene su visión y cada individuo debería sentirse (y ser) libre de expresarse abiertamente. Cualquier cosa vale, siempre que se haga desde el respeto y la apertura de mente. Porque en el momento en el que nos encerramos en nuestra propia verdad y no intentamos entender al otro, perdemos toda credibilidad.

¡Cuántos conflictos nos ahorraríamos si desde un primer momento nos dedicáramos a transmitir nuestros pensamientos sin censuras! Ojo, que eso no quiere decir que debamos insultar o faltar al respeto si el debate se caldea. Todo lo contrario. Parece que no nos damos cuenta del poder del diálogo y las palabras que empleamos (hay que pensar antes de hablar). La comuncación es la base del entendimiento. Sin esos cimientos no podemos construir nada. Por el contrario, si nos guardamos todo y no damos pie a la conversación, puede llegar un punto en el que nos montemos tal película dentro que nos creamos con derecho a ningunear a los demás sin ningún tipo de empatía. 

Tiene que ser frustrante vivir eternamente prisioneros de nuestras propias opiniones, o camuflados por palabras superfluas que se alejan bastante de lo que predicamos. Se nos da muy bien cabrearnos y hacer conjeturas, prejuzgar y poner etiquetas, pero se nos da muy mal coger a esas personas con las que tenemos un malentendido y decirles "Oye tú, tenemos que hablar". Y uso la primera persona del plural porque soy humana y también me miro el ombligo a veces y me equivoco.

A veces anteponemos la idea a la persona que hay detrás de ella.
Las convenciones sociales y nuestra mente nos presionan demasiado y nos hacen olvidarnos de lo que es la espontaneidad, la naturalidad, la humildad, la empatía y la sencillez, que salen directamente del corazón. Cualidades que todos valoramos, pero que pocas veces ponemos en práctica. Por el contrario, hacemos demasiado uso de la soberbia, la prepotencia y la chulería.

En los últimos días he estado involucrada en varios debates y he visto un poco de todo. He leído opiniones diversas y he visto cómo cada persona tomaba una actitud diferente en el debate. Incluso he sentido como yo misma no me expresaba igual según el tema  de discusión, el momento y el tono de los demás participantes. Me he reído, me he indignado, me he sorprendido, me he cabreado, me he maravillado, y en definitiva me he visto en diferentes tesituras que me han hecho aprender mucho sobre la forma en la que nos llegan los mensajes y la manera en que nosotros interpretamos las palabras.

Y al final he concluido que comunicarse es precioso y vital para la evolución y que lo único que nos hace diferentes a otras especies es cómo utilizamos el lenguaje. Una herramienta que puede traer la paz o la guerra. Sólo basta usarla con sensatez, amor y serenidad para traer lo primero.

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