It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

viernes, 4 de octubre de 2019

Animal de costumbres


Se dice que el ser humano es un animal de costumbres, un ser social que necesita de unos hábitos y una rutina para funcionar correctamente. Y la verdad es que, en la sociedad que vivimos actualmente, no podría estar más de acuerdo.

Pero no siempre fuimos así. Hubo una vez en la que fuimos animales salvajes, nómadas que tenían que moverse para buscarse alimento. Nuestro día a día consistía en salir a cazar o recolectar con el único fin de sobrevivir. Luego, con el tiempo, encontramos la manera de hacer posible una vida más asentada, en la que nuestro objetivo no fuera simplemente comer para no morir, sino construir un hogar para no tener que estar en continuo movimiento, y tener un lugar a partir del cual desarrollar todas nuestras actividades.

Ahora somos todo lo opuesto a seres nómadas. Llevamos una vida de lo más sedentaria y de lo más cronometrada. Ya apenas queda lugar para la impredicibilidad, la incertidumbre o la improvisación. Tenemos unos horarios, unos deberes y unas tareas que cumplir. Esto suena aburrido, pero también puede usarse a nuestro favor.

Las rutinas pueden ser nuestras aliadas a la hora de aprovechar mejor nuestro tiempo en vez de ser algo que nos ata, condiciona y dice qué hacer y cuándo. Podemos usarlas para hacer aquello que nos inspira, motiva y divierte, en lugar de para hacer lo que se espera de nosotras/os. A menudo nos quejamos de que no tenemos tiempo para nosotros/as, y en la mayoría de los casos, así es. Pero eso no quiere decir que no podamos hacer nada y que sólo debamos limitarnos a trabajar 8 horas -o más-, dormir 6 -o menos-, y estar zombis el tiempo restante. Ya sean 4-5 horas o 30 minutos, está en nuestras manos el usar ese tiempo de forma eficiente o no.

Crear unos hábitos y llevarlos a cabo pueden marcar un antes y un después en nuestras vidas. Yo antes, aparte de seguir mi horario diario de trabajo como debía, mi tiempo libre lo dedicaba a descansar, hacer cosas que me gustaran o simplemente a hacer nada. Y luego, cómo no, me quejaba de que había muchas cosas que quería haber hecho y que no hice. Y no me refiero a obligaciones, sino a cosas que realmente me hacen sentir bien: escribir, leer, escuchar, música, ver películas, pasear por la naturaleza... A veces, hacía estas cosas, pero no con tanta frecuencia como yo quería, y no lo disfrutaba tanto como me hubiera gustado.

Ahora aprovecho mi tiempo al máximo, soy más eficiente y disfruto cada minuto. Y todo gracias a las rutinas que me impuse. Sí, me forcé a hacer las cosas que me gustaban. Porque me di cuenta de que si no lo hacía y no las convertía en un hábito, jamás las integraría en mi vida. Dicen que se tarda entre 21 y 60 días en integrar un nuevo hábito, y yo quería probarlo. Quería hacer de mis hobbies y pasiones unos hábitos de obligado cumplimiento y no acciones que, a veces por pura suerte, tenían lugar. 

Nos obligamos a levantarnos para ir a trabajar aún cuando no nos apetece porque sentimos que es nuestro deber. Sin embargo, con las cosas que nos hacen felices, nos relajamos y las dejamos de lado. Hace unos meses diseñé una rutina de mañana con cada hora cronometrada a la que asigné una actividad: una hora para meditar/hacer yoga, una hora para pasear, desayunar, leer, escribir y hasta para mirar redes sociales. Me puse un horario para absolutamente todo. Mi vida parecía la de un robot, todo medido al milímetro. Al principio pensé que podría resultar ridículo, exagerado y artificial, pero cuando pasaron unos días y veía que había automatizado esas cosas y que ya las hacía sola sin mirar a la hora y que las disfrutaba tantísimo, me di cuenta de que había merecido la pena pasar por esa etapa de robotización.

Pensamos que si queremos hacer algo, lo haremos. Pero no es así. A veces tenemos que obligarnos. Estamos rodeados de tantos estímulos y distracciones, que es normal que nos aparten de nuestras prioridades, como pueden ser nuestros hobbies, amigos, seres queridos o nuestro propio bienestar.

Todos queremos cuidarnos, estar sanos, pasar tiempo con los nuestros, hacer aquellas cosas que nos gustan, pero simplemente no hacemos nada -o no lo suficiente- por cumplirlo. Por ello, no está mal sentarse a veces, escribir una lista de cuáles son nuestros objetivos o propósitos y pensar qué podemos hacer para acercarnos a ellos. Y creedme, si no actuamos y no nos damos ese empujón, las cosas no ocurren solas. Si quieres pasar tiempo con los tuyos, tienes que levantarte, coger el teléfono y organizar una quedada. Si quieres leer, tienes que coger un libro, abrirlo y zambullirte en él. Y si no lo haces, lo apuntas en tu calendario como quien apunta una cita importante con el jefe y no faltas. Te programas y lo ejecutas. 

Los hábitos son necesarios, o al menos ayudan muchísimo. Pero estos no surgen de la nada, deben ser creados. Lo bueno de esto es que podemos elegir cómo y cuándo llevarlos a cabo, es decir, está en nuestras manos qué hacemos con nuestro tiempo. Así que basta ya de ponernos excusas para no realizar aquello que más nos gusta e intentémoslo al menos.


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