La gente que me conoce sabe que soy muy crítica e inconformista. No suelo callarme las cosas y tengo opiniones bastante rígidas respecto a ciertos temas, y algunos me consideran tajante, extremista e intransigente. Y sí, muy probablemente estén en lo cierto.
Soy una persona que suele mostrar abiertamente su descontento siempre que tiene ocasión. Y sí, reconozco que soy muy crítica con la especie humana en general y muy exigente con la gente que me rodea. Estas características de mí pueden verse de tal manera que se me considere una persona negativa o pesimista, antisocial o, en el peor de los casos, amargada. Pero lo cierto es que me considero una persona bastante optimista y positiva.
Yo soy muy de reflexionar mucho sobre mí misma y mi alrededor y darle muchas vueltas a todo, analizando cada detalle y sacando conclusiones para aprender algo que me sea útil en mi crecimiento personal. Pero soy humana, y me equivoco (mucho). Y a veces en vez de crecer me ofusco, me agobio y no me entiendo ni yo.
El otro día mientras pensaba en cómo se me podría ver desde fuera (con esa imagen aparente de persona dura y tajante), llegué a la conclusión de que sólo se puede ser crítico si se tiene la esperanza y la seguridad de que ese algo que criticas puede mejorar. Así que viéndolo así, puedo decir que soy una persona muy positiva. Como ejemplo se me vienen a la cabeza varias situaciones. Pensad en vuestros padres o en aquellos profesores que creían en vosotros y os daban caña y os hacían crítica con el fin de que os esforzarais para conseguir ser la mejor versión de vosotros mismos.
No es que mi intención sea criticar a la gente y decirle lo que no me gusta de ellos para que cambien y sean como yo creo que deberían ser. Lo que quiero decir es que si alguna vez me indigno con la sociedad o los seres humanos es porque creo que pueden ser mucho mejores (todos podemos siempre aspirar a más), y me frustra que la gente no crea en sus capacidades y en el poder que tienen.
A menudo oigo a gente quejarse por cómo está la vida, pero pocas veces oigo que hagan autocrítica o miren cómo pueden cambiar su realidad. Siempre lo achacan a algo externo, y lo peor de todo, usando eso como excusa, afirman que ellos nada pueden hacer por cambiar el mundo, que no son nadie. ¡¿Y luego soy yo la pesimista?! Ay, cómo me gustaría que la gente creyera en sí misma y confiara en el poder de mejorar su situación y, por efecto dominó, la de su entorno.
Esto me lleva a pensar que las personas complacientes y conformistas, las personas que no expresan su descontento, que no son autocríticos constructivos, son personas que en realidad tienen cero fe en la especie humana. Simplemente se limitan a sobrevivir y a esperar a que todo pase. Porque cuando uno cree que algo puede ser diferente, ¿acaso no intenta hacerlo ver a los demás de alguna manera, ya sea diciéndolo, cambiando su actitud o sirviendo de ejemplo?
Los inconformistas estamos mal vistos en la sociedad. Tenemos fama de criticones, de soberbios, de rebeldes, de irreverentes, de maleducados, de intransigentes, de intolerantes, de antisistema...Yo seré todo eso, y criticaré al ser humano más que nadie, pero soy feliz. Puede que vaya a contracorriente y me pase ciertas normas sociales por el arco del triunfo, pero vivo como quiero y tengo una vida "perfecta". No puedo quejarme por nada en mi vida. Disfruto con donde vivo, me fascino con lo que experimento y aprendo cada día, trabajo donde quiero, crezco cada día con la gente que me rodea y todo -no por suerte, sino por mi actitud- me ha venido siempre rodado.
Si fuera una amargada de la vida o viera la vida con pesimismo, todo eso no sería posible y sería miserable. Repito. Sí, critico, y la gente me saca de quicio con muchos de sus actos, pero me encanta que esas diferencias me hagan pensar y me ayuden a ver qué es lo que no quiero en mi vida y qué debo hacer YO para modificar MI realidad.
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