Enero es un mes de cambios, de empezar de cero, de propósitos, objetivos y retos. Llevo años quejándome de que cuando un año nuevo empieza, nunca ocurre nada realmente novedoso. Pues bien, como dice el dicho: cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad.
Tan sólo llevamos un mes de 2020 y ya he tenido todo lo que cito en la primera línea. La pregunta es, ¿realmente yo quería todo eso? Lo quisiera o no, me ha llegado. Han sucedido cambios, me ha tocado empezar una vida desde cero y marcarme propósitos diferentes a los que tenía en lista antes de acabar el año. Es como si tuviera que descartar por completo el borrador de mi vida para reescribirlo desde el principio, y lo cierto es que no sé por dónde o empezar... sobre todo porque aún no tengo la motivación y la ilusión que suelen venir acompañando a los nuevos comienzos.
Por muchos libros que lea, por muchos tutoriales que vea sobre cómo marcarse y cumplir objetivos, siento que aún estoy lejos de pillarle el truco. Todo lo que leo y oigo en todas partes es que lo más importante para empezar y no tirar la toalla a medio camino es tener claro cuál es el porqué de esos propósitos. ¿Por qué quiero cumplir con esos objetivos? ¿Qué beneficios puedo obtener si los alcanzo? ¿Qué pierdo si no lo consigo?
Pues sinceramente ahora mismo me encuentro en un momento en el que ese porqué no parece tener el más mínimo valor. ¿Por qué hacemos todo lo que hacemos? ¿No es acaso para ser mejores personas, para que nos reconozcan nuestros logros y nos acepten? ¿No es ese el fin último de todo ser humano? Porque como seres sociales al final todos buscamos la compañía de esas personas que nos quieran y acepten tal y como somos, sentir que somos esas personas cuya mera compañía hace feliz.
¿Pero qué pasa cuando nada de lo que haces, aprendes o consigues parece reportarte los resultados que esperabas o deseabas? ¿Servía de algo ese porqué o estuviste equivocada todo el rato? ¿Será que el enfoque es, como dicen las corrientes new age, que debemos hacer cosas por nosotras mismas, por nuestro propio bienestar y no por los demás? ¿Realmente hacemos lo que hacemos sólo para sentirnos bien y satisfechas con nosotras mismas? ¿De verdad no queremos todos y todas, en el fondo, encontrar ese reconocimiento externo? ¿De verdad que sólo queremos cambiar y mejorar para mirarnos en el espejo, guiñarnos el ojo y decirnos "qué guay eres"?
Será que estoy vulnerable, pero ya no lo compro. El porqué de querer cambiar y de los propósitos es y siempre será que nos quieran. Simple y llanamente. Que nos quieran.
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