¿Cuántas novelas distópicas tendré pendientes por leer con las que visualizar cómo sería el futuro de la humanidad? ¿Cuántas veces habré deseado que el mundo se parara y tomara consciencia de lo que le estamos haciendo al planeta y de lo que nos hacemos los unos a los otros? Pues quizá después de estas dos semanas de aislamiento no necesite imaginar ni desear más tal situación porque ya la estoy viviendo ahora mismo en primera persona.
La población española lleva oficialmente confinada desde el sábado 14 de marzo, es decir, estamos en el cuarto día de este estado de alarma declarado por el gobierno de España debido a la pandemia del coronavirus, y puedo decir que no lo estoy pasando nada mal... al menos de momento. Me parece increíble que hace una semana yo estaba en clase con mis alumnos y alumnas, y hoy estoy sentada en mi escritorio, temporalmente sin trabajo, y sin saber qué ocurrirá pasadas estas dos semanas de confinamiento. Ir por la calle hoy es ser protagonista de una película de terror o de una distopía. Ver a la gente con mascarilla y guantes caminar sola y a un metro de distancia de los demás, mientras coches de policía patrullan las calles con mensajes de alerta por megafonía, es algo que jamás hubiera imaginado. Sé que siempre he sido consciente de que es la incertidumbre la que rige nuestras vidas, pero una vez más me ha vuelto a pillar por sorpresa. Sin duda alguna, no podemos dar nada por sentado porque jamás sabremos qué ocurrirá cuando nos despertemos al día siguiente, si es que nos levantamos al día siguiente...
Hace unas semanas, cuando todo esto resultaba algo lejano y sensacionalista, no pensaba que fuera a tener las repercusiones que está teniendo. Sinceramente pensaba que en unas semanas se olvidaría todo esto del covid-19, y se hablarían de otras cosas. No le di la mayor importancia, la verdad. Pero no ha sido hasta ahora cuando todo se ha vuelto cercano y palpable, cuando nos han obligado a quedarnos en casa aislados, que he empezado a ser consciente de la gravedad del asunto. No obstante, en ningún momento he sentido miedo ni he visto motivos para entrar en pánico, pues tampoco creo que ayudaría en nada. Confío en la ciencia y sé que esto pasará.
La parte que más me llama la atención de todo esto es lo que supondrá a nivel de conciencia: cómo nos afectará esto como especie y qué medidas y actitudes tomaremos cuando este caos haya pasado. ¿Aprenderemos algo de esta experiencia extrema? Yo creo que sí, porque la historia ha demostrado que sólo cuando ocurren calamidades como esta y nos dan el bofetón en la cara, conseguimos aprender y avanzar. Y por eso, en cierto modo, me siento tan agradecida porque esté ocurriendo todo esto. Porque ya tocaba espabilar y pasar página en la historia.
Estos días van a ser una oportunidad excepcional para que todos y todas paremos nuestras vidas y nos quedemos en casa (literalmente) a reflexionar sobre nuestros actos, nuestra responsabilidad para con el mundo y la importancia de la solidaridad para salir de esta. Creo que no habrá mejor momento en nuestra historia para hacer introspección y autocrítica. Sé que hay mucha gente que no sabe estar sola, y ahora mismo debe estar tirándose de los pelos, pero le puede venir muy bien para aprender a estar consigo misma y pensar en cosas que, probablemente, antes no hubiera considerado.
Además, el hecho de tener infinitas horas para pasar en casa, es ideal para dedicar tiempo a aquellas cosas para las que nunca tenemos tiempo así como para relacionarnos con los demás de una manera diferente. Algo me dice que, cuando pasen estos días -sean los que sean finalmente-, habremos aprendido a apreciar la compañía de los demás mucho más además de otros bienes materiales e inmateriales. Pero mientras, podemos disfrutar de este aislamiento impuesto (y soledad para aquellos que vivan solos) haciendo infinidad de actividades para mantener el cuerpo y la mente activos. Yo estoy aprovechando para leer mucho, hacer ejercicio con vídeos de YouTube, ver series / películas / documentales, escribir, cocinar, dormir y/o quedarme despierta hasta tarde, hacer meriendas virtuales por Skype, jugar, ordenar... ¡Hay tantas cosas que se pueden hacer!
No obstante, no me olvido de aquellas personas que no tienen tanta suerte ni pueden disfrutar de estas "vacaciones" forzadas. Me acuerdo de los profesionales sanitarios que trabajan incesantemente para mantener sanos y con vida a los infectados, de los científicos incansables que buscan una vacuna contra el covid-19, de las cajeras y reponedoras que hacen posible que aún podamos adquirir productos de primera necesidad, de los agricultores y transportistas que siguen abasteciéndonos, de aquellos que velan por nuestra seguridad, de todas las personas que aún tienen que ir a sus puestos de trabajo para garantizar el funcionamiento de los servicios básicos... pero también me acuerdo mucho de los pacientes más vulnerables que están en estado crítico, de las personas con depresión u otras enfermedades mentales que viven solas, de las prostitutas sin ningún tipo de libertad ni amparo social, de las mujeres maltratadas que se ven obligadas a convivir con sus maltratadores 24h, de las residencias de ancianos, de las personas con discapacidad, de los indigentes, de los animales abandonados y un largo etcétera.
Creo que es importante que en estos días no nos olvidemos de todos los privilegios que tenemos, que esto nos sirva para dejar de ser tan individualistas, para que miremos por el bien común, para que apreciemos lo que ahora no tenemos porque nunca sabemos cuándo lo volveremos a perder, para que pensemos en aquellos que viven en situaciones extremas todos los días de su vida y, en general, para que recordemos que no estamos solos en este mundo y que el planeta es hogar de todos.
No sé cuáles serán las consecuencias de todo esto, pero estoy segura de que, por muy nefastas que sean (sobre todo a nivel económico), sacaremos muchas cosas positivas. Se me ocurre, por ejemplo, cómo bajarán los niveles de polución globales, y eso me hace sonreír. Me tomo esto como un toque de atención del universo para enseñarnos que la vida es muy frágil, que debemos ser más responsables y más agradecidos con lo que tenemos. Y por supuesto que recordemos la importancia de tener unos servicios públicos que velen por el bienestar de todos y todas independientemente de nuestros ideales políticos.
Frente a este potente virus es normal sentirnos débiles e insignificantes, pero pienso también que podemos tener la esperanza de que si todos colaboramos y nos unimos podemos hacerle frente a esta pandemia y más. Así que quedémonos en casa, seamos responsables y solidarios, y dejemos que los expertos (personal sanitario y científicos) hagan su trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario