Los medios de comunicación son, hoy en día, más variados que nunca. Tenemos televisión, radio, prensa, emails, whatsapp y otros servicios de mensajería, redes sociales; Correos nos permite enviar postales, cartas, paquetes, etc. También tenemos otras formas de expresión como la música, el cine, la fotografía y cualquiera otra forma de arte. Además aún se siguen usando otras más antiguas y menos comunes como el morse. Y hay personas que necesitan otras formas de lenguaje como el braille o la lengua de signos. No obstante, pereciera que nos comunicamos menos que nunca.
La comunicación se ha vuelto superficial, fría y banal. No escuchamos, no miramos, no prestamos atención. Hay demasiados estímulos y al final ninguno nos estimula realmente. Los mensajes son cortos y carentes de significado. Los emojis, memes, gifs y stickers han sustituido a las palabras y por supuesto al lenguaje corporal. La libertad de expresión nos permite decir lo que queramos, sí, pero no lo que pensamos. Nos permite decir muchas cosas, pero a la vez no decimos nada porque ni nosotros sabemos lo que pensamos y sentimos, y si lo sabemos nos hemos olvidado de cómo hacerlo o, peor aún, nunca nos enseñaron.
En estos tiempos en los que todo es urgente, inmediato y fugaz, todavía quedamos algunos que elegimos una manera más pausada, paciente y duradera de comunicación como puede ser escribirse cartas. Sí, de esas que se escribían nuestros mayores a lápiz y en papel. ¿Recordáis aquella época en la que se hacían amistades por correspondencia y te escribías cartas con personas desconocidas? O quizá nunca lo viviste, pero tus padres o abuelos te lo contaron. Pues bien, por suerte todavía hay personas que practican esta entrañable actividad.
En esta era tecnológica hay lugar para todo, y por eso existen también apps que replican esta bonita forma de intercambiar información. Apps como Slowly te permiten escribir cartas desde tu móvil, tablet u ordenadorr sin llega de manera inmediata sino que tardan un par de días (o unas horas, depende de la lejanía) para poner en práctica la bonita virtud de la paciencia. Hace un año me uní a esta comunidad y empecé a conocer gente muy interesante. Con algunos perdí el contacto al cabo de varias cartas porque desaparecían de la app, o porque yo misma me saturaba. Al final no dejaba de ser una aplicación para el móvil que me permitía escribir a cuantas personas quisieras. La comodidad de poder hacerlo en cualquier momento desde la pantalla de mi dispositivo, hacía que acabara escribiendo más cartas de las que era capaz de mantener en el tiempo.
Por ello, decidí limitar el número de personas con las que me escribía, y con aquellas con las que adquiriera más confianza y hubiera más continuidad, decidí intercambiar direcciones postales para seguir la amistad por correspondencia como se ha hecho toda la vida. Y así a día de hoy, he vuelto a sentarme en mi escritorio a explayarme a lo largo de páginas y páginas para contar a mis nuevas amistades cosas algo más íntimas de las que contarías en un simple WhatsApp. Es lo que tienen las cartas, que te permiten abrirte mucho más porque sabes que tu carta tardará varios días en llegar y ser respondida, así que te centras más en contar lo más relevante porque no sabes cuándo tendrás noticias de esa persona.
Esto hace que el contenido sea más profundo y de mayor calidad, y el hecho de que se haga a través de papel sin fotos de por medio hace que te abras con mayor facilidad y por tanto consigues mostrarte de manera más real. A su vez, si la otra persona hace lo mismo -y esa es la idea- acabarás conociéndola mejor que si la conocieras en un entorno más cotidiano donde no se suele profundizar de primeras. Y, así, si la amistad cuaja, sabes (o al menos así lo sientes) que se tratará de una amistad más auténtica porque ambas partes os abristeis en canal.
No hay muchas cosas que hagan tanta ilusión como recibir una carta en el buzón. Y si se trata de una persona desconocida resulta más especial pensar que alguien en la otra parte del mundo (o a unos kilómetros de tu ciudad) se tomó su tiempo en sentarse a escribirte, en comprar unos sellos y en enviar el sobre a través de Correos. Pocos detalles más bonitos que ese hay para mí.
Pero además, escribir cartas tiene otras ventajas además del mero hecho de conocer gente y practicar la paciencia. Por ejemplo, te permite conocer a personas de otros países con la consecuente práctica de otro idioma (si usáis el inglés u otro idioma que habléis en común para comunicaros). Además el escribirte con personas de otras culturas te aporta una visión diferente del mundo, por no hablar de la posibilidad futura de visitarlos algún día en sus países de origen. Por si fuera poco, el propio hecho de escribir nos ayuda a mantener nuestras capacidades motrices y mentales más activas y ágiles. Y no sólo eso, la calidad de nuestra expresión escrita también mejora. Además, escribir en general puede ser una buena forma de hacer terapia o desahogarte con alguien que probablemente no te va a juzgar y va a darte una opinión más objetiva que la de las personas de tu entorno. Siempre es más fácil hacerlo con alguien desconocido y a quien no tienes por qué ver en persona.
Escribir cartas es para mí parte del estilo de vida lento (slow movement) que he decido tomar dentro de mis posibilidades. Porque bastante rápido y estresante es todo ya como para dejarnos llevar por esa inercia que no nos lleva a nada más que al deterioro físico y emocional. Las cartas me aportan calma, paciencia, autenticidad, libertad de expresión, y bienestar mental. Pero también me ayudan a mantener viva mi parte rebelde, porque ¿qué puede ser más revolucionario en esta sociedad de la inmediatez y la rapidez que tomarse la vida con calma?
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