It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

domingo, 17 de mayo de 2020

Anclada

A veces me pregunto cómo hubiera sido mi vida si en vez de esto hubiera hecho aquello, o qué habría pasado si no hubiera tomado tal o cual camino. No es algo que haga a menudo pues estoy bastante satisfecha con mi vida y soy feliz por todo lo que soy y he conseguido. Pero inevitablemente, muy de vez en cuando, esas ensoñaciones se me pasan por la cabeza.

De cualquier modo, lo que pudo haber sido y no fue, no será. Al menos no de la manera que hubiera podido ocurrir en ese momento dado. Pero eso no quiere decir que algo similar o mejor pueda darse. Nunca es tarde para retomar sueños y proyectos, pero la gran pregunta es, ¿lograré cumplirlos? La respuesta depende en gran medida de mis actos y decisiones, pero como en todo, también existen factores externos fuera de mi control. De esos, en realidad, no debería preocuparme pues al estar fuera de mi alcance, poco o nada puedo hacer. Sin embargo, de lo que sí está en mi mano, ¿cuánto estoy dispuesta a llevar a cabo?

La cuestión ahora, no obstante, es otra. ¿Cuánto de aquello que está en mi poder puedo realizar ahora dadas las circunstancias? Esta situación de incertidumbre provocada por la pandemia parece que tiene a medio planeta a expensas de ver cómo evoluciona todo y con sus planes de vida a medias. Hay cosas que, por mucho que quieran, no podrán hacer pues no están permitidas. Por ejemplo, viajar. ¿Cuántos lugares tengo en mente visitar? Infinitos. ¿Cuántos podré visitar este año? ¿Uno? ¿Ninguno? La verdad es que hasta ahora no había pensado mucho en ello, pero ahora que se aproxima el verano, mi época de vacaciones, me entristece un poco la idea de no poder hacerlo. No es que vaya a dejar que ello me deprima, pero sí que deja mi vida en un estado de stand-by que no me apetece mucho vivenciar en estos momentos.

Sé que puedo hacer otras cosas, pero el cuerpo me pide movimiento, actividad. Así que eso me lleva a viajar de la única manera que puedo hacer ahora: a través de las fotos. Y no mirando fotos de aquellos sitios que quiero conocer, no -no quiero ponerme los dientes largos y frustrarme más-, sino echando la vista atrás y rememorando algunos de mis viajes del pasado. Y al ver las fotos no puedo evitar sentir una mezcla de nostalgia, orgullo y hasta arrepentimiento por no haber hecho más. Sé que esto es típico de la especie humana, lamentarse por lo que no hizo, lo que no es, y lo que cree que no tendrá. Yo no suelo ser así, pero este estado de estancamiento, de pausa indeterminada me ha llevado a preguntarme cuándo podré retomar mis sueños y planes. Porque ahora que no puedo salir de estas cuatro paredes, es cuando más ganas tengo de salir a explorar. Pero no se puede, y por eso me torturo con el "¡Ay, si hubiera hecho más cuando se podía!"

A todo esto he de sumarle otros factores que comento a menudo con amistades de mi generación, como es, por ejemplo, el factor económico. La situación de este país es pésima, y para las personas de mi edad las esperanzas son muy limitadas. El trabajo es escaso, los sueldos muy precarios, los alquileres prohibitivos... lo cual nos lleva a la mayoría a tener que seguir en casa de nuestros padres. Y yo me pregunto, por muy bien que podamos estar, ¿conseguiremos algún día esa independencia tan deseada para la que nos educaron, para la que tanto nos esforzamos y pusimos toda nuestra ilusión? O ¿estamos condenados a vivir como eternos adolescentes de recursos limitados?

Todas estas incógnitas me hacen sentir actualmente como una barca varada, abandonada, pero no en movimiento (si al menos me moviera, aunque fuera a la deriva, podría sentir que avanzo en cierto modo), sino anclada. Siento que mi ancla es más grande y pesada que mi propia barca, y que se encuentra enterrada en lo más profundo del océano. Y así, desesperada me pregunto ¿cuándo podré levar mi ancla? 

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