Se suponía que el verano era acerca de la libertad, juventud, sin escuela, de las posibilidades, la aventura y la exploración. El verano era un libro de esperanza. Es por eso que amaba y odiaba los veranos. Porque ellos me hacían querer creer.
(Benjamin Alire Sáenz)
Cada año, cuando se repite de nuevo el ciclo estacional, me doy cuenta de que, sin duda alguna, el verano es y siempre será mi estación favorita. Será muy probablemente por todo lo asociado a él (vacaciones, tiempo libre, playa, viajes, etc), pero creo que hay algo más. Hay algo en el aire, en el azul de sus cielos, en el olor que la brisa trae que me hechiza de tal manera que siento que casi me transformo en otra persona. ¿Pero qué es?
(Benjamin Alire Sáenz)
Cada año, cuando se repite de nuevo el ciclo estacional, me doy cuenta de que, sin duda alguna, el verano es y siempre será mi estación favorita. Será muy probablemente por todo lo asociado a él (vacaciones, tiempo libre, playa, viajes, etc), pero creo que hay algo más. Hay algo en el aire, en el azul de sus cielos, en el olor que la brisa trae que me hechiza de tal manera que siento que casi me transformo en otra persona. ¿Pero qué es?
El verano, con sus días cálidos y siempre despejados (hablo de mi tierra), invita a salir, a buscar la luz -que tanto se alarga durante la jornada-, a buscar el aire. Es una época viva, con movimiento, llena de alegría -sí, de bullicio también-, de gentes yendo y viniendo. Es un momento del año que mira y tira hacia fuera, al contrario que el otoño y el invierno, que son estaciones de introspección. Quien me conoce sabe que, por mi forma de ser, me identifico más con el carácter retraído del otoño, pero como también soy persona de contrastes, de experimentar nuevas sensaciones, el verano me aporta algo diferente, y es que me proporciona la oportunidad de ser "otra" durante unos meses. El verano me da la mano y me invita a ser mi versión más "extrovertida" (por decirlo de alguna manera), mi versión más activa y aventurera.
En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible. (Albert Camus)
No es casualidad que casi todos mis grandes viajes los haga en verano, es el mejor momento del año para descubrir nuevos lugares y conocer gente. Incluso si no llego a conocer a nadie nuevo, siempre me va a apetecer más compartir tiempo con los demás en verano que en otras épocas del año. El hecho de poder ir a un sitio, encontrarte con alguien, disfrutar del entorno sin necesidad casi de hablar, sentir que las horas del reloj se alargan, que los días son casi ilimitados, que no hay que correr para refugiarse de la noche... ¿Quién querría meterse en casa cuando fuera el cielo está más bonito que nunca?
Además, el verano tiene otro plus, y es el de tener más ánimo para todo (siempre y cuando el terral no apriete). Los cuerpos semidesnudos, bronceados (o no), expuestos al sol, al mar... sin duda se ven más atractivos y salvajes que nunca. Y teniendo en cuenta que la primavera ya nos alteró la sangre, es difícil que la libido no se nos suba y que no sintamos más deseo que nunca. Es como si todos nos volviéramos un poco más animales, pero en el buen sentido. Porque la vida ocurre fuera, a la intemperie, con nuestros semejantes, en armonía con los elementos de la naturaleza y con los cuerpos y mentes llenos de ganas de vivir y disfrutar.
El verano me trae recuerdos de mi infancia, de aquellas tardes eternas junto a la piscina o en la playa con mis amigas. Me transporta a esas meriendas tardías, a esas noches de luz, a esas aguas que aún reverberaban a las 21.00 horas, a esas madrugadas de juegos o charlas en la calle, a esos cielos estrellados que pedían ser observados fijamente, a esas carcajadas que provocaban insomnio. El verano grita a los cuatros vientos juventud, libertad, posibilidad. Me devuelve la vida, la ilusión, las ganas de explorar y de descubrir.
El otro día, mientras me entretenía con el diccionario etimológico, caí en la cuenta de que el adjetivo que se usa para referirnos a algo que ocurre en verano -me refiero a estival-, coincide en casi todos los grafemas con la palabra festival. ¿Y qué es el verano si no una fiesta, una celebración?
El verano me trae recuerdos de mi infancia, de aquellas tardes eternas junto a la piscina o en la playa con mis amigas. Me transporta a esas meriendas tardías, a esas noches de luz, a esas aguas que aún reverberaban a las 21.00 horas, a esas madrugadas de juegos o charlas en la calle, a esos cielos estrellados que pedían ser observados fijamente, a esas carcajadas que provocaban insomnio. El verano grita a los cuatros vientos juventud, libertad, posibilidad. Me devuelve la vida, la ilusión, las ganas de explorar y de descubrir.
El otro día, mientras me entretenía con el diccionario etimológico, caí en la cuenta de que el adjetivo que se usa para referirnos a algo que ocurre en verano -me refiero a estival-, coincide en casi todos los grafemas con la palabra festival. ¿Y qué es el verano si no una fiesta, una celebración?
No hay comentarios:
Publicar un comentario