Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.
lunes, 30 de julio de 2012
Claustrofobia
lunes, 16 de julio de 2012
Código postal
lunes, 25 de junio de 2012
Adiós
miércoles, 13 de junio de 2012
Yo y mis circunstancias
viernes, 2 de marzo de 2012
Lost in translation
La primera vez que vi esta película no me gustó nada. Me aburrí, no entendí la historia y me pareció de lo más lenta e insignificante. Sin embargo, tras volver a verla un par de veces más se convirtió en una de mis películas favoritas por diferentes motivos. Primero porque la entendí, porque comprení que aquellos silencios estaban llenos de significados, y segundo porque me sentí extremadamente identificada.
Con el paso del tiempo tengo la sensación de que esa identificación se hace mayor. Cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de que mi vida es así, de que continuamente me encuentro lost in translation. Y mientras muchos puedan pensar que eso quiera decir que me siento perdida con el idioma, que no me entero por problemas de comunicación, se equivocan porque es mucho más que eso.
Sentirse lost in translation para mí es sentirme sola en un lugar extraño, un lugar donde nadie me conoce, donde no conozco a nadie, donde nadie me entiende y donde yo no entiendo a nadie. Es recorrer calles desconocidas, mirar a mi alrededor y reflexionar, maravillarme, preguntarme cosas, mirar dentro de mí y descubrirme. Es tener un momento conmigo misma.
Lost in translation es sentir que espero durante horas y horas sin saber muy bien qué. Aviones llenos de desconocidos, habitaciones de hotel vacías, ventanas que muestran un mundo nuevo para mí. Es llegar a un sitio y buscar algo sin tener ni idea de qué es. Sentarme en medio de la nada y esperar que alguien se acerque a mí para saludarme, hablarme, conocerme o simplemente sonreírme. Es hacerme amigos de desconocidos y echarlos de menos antes de despedirme de ellos para siempre. Es crear lazos con personas que en sólo unos cruces de miradas y banales conversaciones se han convertido en mis apoyos más importantes. Es sentir una conexión tan fuerte que todo mi mundo parece no importarme. Es olvidarme del pasado y vivir el momento. Es dormirme pensando en esa persona que acabo de conocer. Es despertarme deseando ver a esa persona de la que apenas sé nada. Es sentir que sólo tengo el valor de lo que aporto a ese nuevo sitio y me parece tan diminuto que me siento perdida en un vacío enorme lleno de gente que pasa por mi lado y ni siquiera me ve. Siento que, no importa cuán alto grite o llore, nadie me oirá y que mis lágrimas se quedarán en ese lugar para siempre recordándome lo que una vez viví ahí.
domingo, 5 de febrero de 2012
Reminiscencias
Leo lo que por entonces escribía y siento nostalgia, ternura y hasta un poco de vergüenza por lo ingenua que era. Se me vienen a la cabeza tantos recuerdos y sensaciones que me cuesta asimilarlos. Pero sin duda lo mejor de todo es que por fin puedo verlos de una forma mucho más madura y desde la distancia, sin rencores. Digamos que durante mucho tiempo fui incapaz de ver una foto o recordar el más diminuto instante en Alemania, un escalofrío me recorría toda la espalda y me hacía querer cambiar de tema en mi mente rápidamente. Era aún demasiado doloroso.
Sin embargo ahora, miro atrás y sonrío. Era una adolescente viviendo intensamente. Y aunque aprendí de mis errores, en ocasiones temo volver a caer tan sólo un poquito en aquello que tan mal me hizo sentir durante mis meses allí. Todavía siento mucho respeto por lo que sentí allí y por la debilidad que experimenté con tan poco acierto. Y a pesar de que no me arrepiento de nada, reconozco que no me gustaría repetir ciertos sentimientos.
Supongo que aquel sabor amargo fue fruto de la distancia, de la lejanía de mis seres queridos, de la ausencia de un hogar de verdad, de la falta de cariño y apoyo familiar. Es curioso, pero debe ser eso, porque desde que estoy aquí me he sentido de una forma que se asemeja demasiado a como me sentí en Magdeburg. Por supuesto no tiene ni comparación con la magnitud de cómo fue en el país germano, pero si es cierto que cada vez me recuerda más...
Y como digo, no quiero caer en eso de nuevo. Debería haber aprendido la lección y aprendí a ser fuerte, a confiar en mí misma, a ser libre, a tener esperanza en que nada es imposible, a rectificar y corregir mis errores...
Durante 10 meses sentí algo enorme, algo que me tuvo obnubilada y que me hizo perder un poco el norte. Ahora me conozco bien, sé mis límites y cómo combatir mis debilidades. Sé cómo mantener el equilibrio y la mirada fija en lo que realmente importa. Aún así, una no es de piedra y tiene sus momentos de flaqueza, de miedo, de inseguridad. Y aunque me deje llevar, ya no cierro del todo los ojos... mantengo uno abierto y alerta por si acaso, para andar prevenida. No es que me controle o me reprima (¡para nada!), simplemente intento aplicar lo aprendido, ayudarme a mí misma canalizando los sentimientos de una manera más sana.
Porque perder la paz interior es lo peor que te puede pasar; perder la fe en uno mismo es demasiado humillante. Y yo no quiero denigrarme.
Lo que quiero es amar, sentirme libre, correr sin mirar atrás, gritar, saltar y reír de felicidad. Quiero vivir, disfrutar y recordar para siempre. Nunca olvidar, nunca mentir, nunca odiar, nunca caer en el vacío. Deseo abrazar y besar, dar cariño y recibirlo. Estar siempre ahí y nunca sentirme sola. Sonreír y llorar de alegría. Hablar, escuchar, observar y aprender. Viajar, recorrer caminos, conocer personas y seres inolvidables. Amar, amar y amar. Sobre todo y por encima de todas las cosas: AMAR.