It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

domingo, 31 de julio de 2011

Sueño americano

Es curioso porque aunque esté viviendo el sueño americano, desde que estoy aquí sólo he tenido pesadillas... y ¡horribles!

No obstante no me va mal. Es más, puedo decir que, aunque al principio estaba muy meláncolica y un poco perdida, tras tres semanas la verdad es que no me puedo quejar. Tengo una familia que me encanta pero que aún tengo que conocer a fondo, unos niños que... bueno, me dan mucho trabajo, unos animales adorables y un barrio de película. Eso sí, a veces me siento un poco prisionera porque aquí si no tienes coche no vas a ninguna parte.

El choque cultural... pues ahí sigue. Y es que aunque estemos hartos de ver americanadas en el cine, os puedo asegurar que no es lo mismo que vivirlo en primera persona. El estilo de vida es tan diferente... pero me voy adaptando, no os creáis.

Los días laborales se me hacen duros porque esto de pasar 9 horas diarias con niños no está hecho para mí; pero ese es el reto. Fines de semana he tenido cuatro y la verdad es que ya he tenido la suerte de conocer a gente muy guay y hacer bastantes cosas. El primero fue muy raro porque no sabía muy bien qué hacer. Afortunadamente la piscina fue mi aliada en mis ratos libres y luego Internet.

Hasta que llegó mi primer fin de semana oficial y verdaderamente americano: el camping junto al lago. Mis experiencias con el camping nunca fueron demasiado buenas, pero ésta puedo decir con la voz bien alta que ha sido espectacular. Fue en Sherando Lake, junto a la hoguera tostando mi esponjita (de malvavisco) cuando me di cuenta de que estaba en los Estados Unidos viviendo mi sueño americano. Nadar en aquel lago rodeado de árboles y montañas verdes y respirar el aroma de la hoguera junto a la que Derek tocaba blues con su guitarra fue sin duda lo que me ayudó a sentirme mejor cuando desperté por la mañana (...y desayuné aquellas maravillosas tortitas).

Y ayer creo que por primera vez me di cuenta de la gran suerte que tengo por vivir este sueño americano. Un sueño que nunca fue especialmente mío pero que me está ayudando a ver qué es lo que realmente necesitamos y qué es lo que nos sobra. Un sueño que me está enseñando que para juzgar, tanto aquello que te gusta como lo que no, antes hay que conocer y vivir. Un sueño que me está recordando que soy libre y que no dependo de nada ni nadie para ser feliz. Lo cual no quiere decir que no necesite a todas esas personas que estoy conociendo para tener esta gran sonrisa en la cara: mi familia, mis chicas sudamericanas (Mariana, Stephanie, Laura, Jari) Caitlin, Amandine, Angelina, Nigi, Jesse, Lindsay, Marta, etc.

Con esta experiencia me estoy dejando llevar por el momento, por lo que va surgiendo. Disfruto de cada momento como si fuera único en el tiempo. Disfruto de cada persona que conozco, de cada conversación que escucho, de cada cosa que aprendo, de cada lugar que visito. Siento que quiero estar en todas partes a la vez, que quiero viajar y ver mundo, que quiero seguir descubriendo. Siento ganas de expandirme y llegar a cada rincón de este lugar. Me siento plena... Pero sobre todo siento que, como dijo Lester Burnham en American beauty, “hoy es el primer día del resto de mi vida”.

sábado, 9 de julio de 2011

Charlottesville: una nueva vida

Después de más de 96 horas, más de 6.000 kilómetros (casi 4.000 millas), más de 30 kilos de equipaje (alrededor de 60 libras), unas 10 horas de viaje, 4 días de entrenamiento y 3 nuevas amigas sudamericanas... puedo decir al fin que mi cambio de rumbo ya tiene nombre: Charlottesville.

Mi nueva vida tiene lugar en esta pequeña ciudad en el estado de Virginia donde las calles parecen un decorado, las casas de cartón y el color predominante es el verde de los árboles.

Pero mi aventura no empezó en esta enorme casa con esta gran familia, sino que empezó la mañana del día 5 de julio cuando, entre muchos nervios, me despedía de mis padres y mi querida amiga Anabel. En el avión no podía parar de pensar en que no iba a volver a verlos en meses... 13 meses para ser exactos. Y la idea de alejarme cada vez más de ellos me ponía más y más triste. Y luego me acordé de mi bebé, de mi Tango... y entonces noté cómo los ojos me escocían y se me llenaban de lágrimas.

Tras 7 horas y media de viaje aterricé en el aeropuerto JFK de Nueva York. Recogí mi maleta y mi gran amigo Jet Lag vino a recogerme (y aún sigue conmigo). Con él venía un chico llamado algo así como Jess que me llevó con las otras chicas. Allí sólo había alemanas y tailandesas, y yo estaba en medio de esos grupitos con el miedo de siempre: no encontrar gente para mí.
Llegamos al hotel, nos dieron una pequeña bienvenida, las llaves de la habitación y... ahí estaba yo, sin compañera de habitación. Pensé que sería así durantes los cuatro días de entrenamiento, pero al cabo de dos horas, mientras caminaba por el pasillo, pude ver a lo lejos cómo un botones ayudaba a una chica con la llave y entonces supe que aquella sería mi compañera. Su nombre era Mariana y era de Costa Rica. No hablamos mucho... ella se fue al Mall y yo a la cama.

A la mañana siguiente, sin saber muy bien cómo, ya tenía nuevas amigas: Stephanie de Costa Rica también, a quien conocí en el desayuno, y Laura de Colombia. Después de comer fuimos juntas al Mall y enseguida empezamos a reírnos de todas las barbaridades que nos habían enseñado en el training. Que si no dejáramos nuestra copa sola si íbamos a algún bar porque alguien podría drogarnos y luego violarnos, que si no hiciéramos pipí delante de los niños porque podría considerarse abuso a menores, que si no cogiéramos al niño del brazo muy fuerte porque le podríamos dislocar el hombro y también se consideraría abuso, que si el niño se empezaba a ahogar le pidiéramos permiso para ayudarle, que si el niño te decía "te odio" en realidad significa "echo de menos a la otra au pair" y tendríamos que darle palmaditas en la espaldas porque estaría siendo honesto y directo, que si los niños americanos no están malcriados simplemente es una cultura diferente...

En fin, suficiente como para hacernos reir durante los 3 días de entrenamiento y que eso las convirtiera en mis primeras amigas en los EE. UU. (Chicas, ojalá pudiera vivir esta aventura con vosotras hasta el final :)

Y ahora estoy en mi casa de Charlottesville, con mis padres postizos Nick y Sheri y mis niños Jacob y Ezra. Me queda mucho por aprender, mucho por descubrir, mucho por vivir. Y poco a poco en este blog iré contando las cosas que me vayan sucediendo.