It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

martes, 24 de marzo de 2015

¿Renuncia o ganancia?

A menudo me preguntan (o directamente me afirman) si la "dieta vegana" no es demasiado restrictiva. Yo siempre respondo que para mí ha supuesto todo lo contrario. Yo veo esta forma de vida (que no sólo la dieta) como una forma de liberación y abundancia absoluta en todos los sentidos. Muchos no lo entenderán cuando les cuente todas las cosas que he eliminado, reducido o quiero evitar en mi vida (tanto en la alimentación, como en la vestimenta, la cosmética, la limpieza del hogar y todos los demás ámbitos del día a día), porque lo cierto es que sólo cuando lo experimentas en primera persona logras comprenderlo.

Siempre me ha gustado intentar ser lo más coherente posible con mis principios y valores, pero no es fácil viviendo en una sociedad hipócrita, sumisa y enferma... no obstante, tampoco es tan difícil como quieren hacerlo ver algunas personas. Sólo basta con echar la vista atrás y recordar cómo se vivía antes de que la locura capitalista comenzara, cómo vivían nuestros abuelos incluso nuestros padres, cuando primaba la sencillez, lo casero, lo natural. Yo creo que es necesario volver a esos orígenes y a la vez seguir evolucionando, es decir, quedarnos con lo bueno del pasado y trabajar para que lo que está por venir sea mejor que lo presente.

En realidad muchas de las cosas a las que renuncio no son más que aquellas cosas que hace 50 años no existían o no se usaban, y que a día de hoy, lejos de haber hecho nuestras vidas más fáciles y cómodas, las han vuelto más tóxicas y artificiales. A otras simplemente renuncio por motivos éticos. ¿De qué cosas hablo? Pues en lo que a la alimentación se refiere toda la comida procesada, envasada y precocinada (bollería industrial, galletas, chocolatinas, congelados, zumos de bote, refrescos, etc), así como a todo lo que sea de origen animal; en cuanto a la cosmética e higiene todo aquello que abuse de sustancias químicas tóxicas como los parabenos, aluminio, sulfato de sodio, BHA, BHT, etc (maquillaje, perfumes, champús, cremas corporales, desodorante, detergente, etc) y que haya sido testado en animales; también excluyo medicamentos sintéticos; y por último, procuro no consumir vestimenta de procedencia animal (cuero, lana o seda).

Seguiréis pensando (¡con las manos en la cabeza!) que este estilo de vida es extremo, radical e imposible. Pues bien, al principio puede ser complicado realizar tanto cambios, pero poco a poco se convierte en inercia y uno se acostumbra y aprende cuáles son las opciones aptas para vivir acorde a esta filosofía. Uno empieza a descubrir alternativas mucho más naturales, saludables y positivas, y entonces se da cuenta de que aunque ser 100% coherente sigue siendo una aspiración a la que acercarse, la vida empieza a cobrar un nuevo sentido. Uno comprende que ser ecologista y/o animalista (como yo solía pensar siempre) no consiste en decir que lo eres, consiste en hacer cambios en la propia persona, se trata de dar pequeños pasos cada día, de avanzar diariamente en este proceso evolutivo, y nunca intentando ser mejor que los demás, sino ser un poquito mejor que la persona que eras ayer. Para mí este viaje (que no destino) tiene más sentido que seguir a la corriente, porque con cada cosa que aprendo y adopto nueva en mi vida, comprendo que los que en realidad llevan una vida restrictiva y de "esclavitud" son los que siguen al rebaño -pues no cuestionan nada-, mientras que volviendo a donde venimos -a lo natural- y siendo más críticos, conscientes y selectivos, conseguimos liberarnos de todo cuanto intentan meternos por fuerza y conectamos con nuestra esencia primaria.

Por lo tanto, recordando un artículo que leí hace poco, para mí renunciar significa, sí... arriesgar, arriesgar a sentirte excluida por momentos y a que te miren como un bicho raro, pero también significa ganar. Ya lo dice el dicho, el que no arriesga no gana. Después de todo tras el sacrificio siempre viene la recompensa. Y yo al renunciar a la toxicidad, gano salud. Al renunciar al sufrimiento, gano bienestar. Al renunciar a la imposición, gano libertad.

martes, 17 de marzo de 2015

Más allá del ombligo

Desde chica siempre he tenido una personalidad fuerte. Siempre he tenido claros cuáles eran mis ideales y siempre los he defendido vehemente. Incluso cuando era pequeña y era muy tímida, siempre me importó poco lo que opinaran los demás y nunca dejé de actuar acorde a mis principios (aunque los niños se rieran de mí por jugar a "curar a los árboles", uno de mis juegos inventados favoritos).

Mis padres siempre me enseñaron a luchar por mis valores y a ser libre a la hora de manifestarlos. Pero también me enseñaron que la base de todo es la comunicación y el respeto. Hablando se entiende la gente, como se suele decir.

Por desgracia no siempre es fácil ser una persona comunicativa, honesta y constructiva. Muchas veces sentimos miedo de expresar nuestra opinión por "el qué dirán". A mí eso siempre me dio igual. Otras veces nuestro ego puede tanto que nos olvidamos de que no todo gira en torno a nosotr@s y que hay personas con otras opiniones igual de respetables.

Me aburre esa presión de tener que quedar bien todo el rato, de ser políticamente correcto constantemente hasta el punto de llegar muchas veces a ser hipócritas. Me aburre que siempre nos guste tener la razón por encima de todos los demás. Hay muchas formas de decir las cosas y también muchas realidades. No existe una verdad única que todos tengamos que acatar y no discutir. Creo que cada uno tiene su visión y cada individuo debería sentirse (y ser) libre de expresarse abiertamente. Cualquier cosa vale, siempre que se haga desde el respeto y la apertura de mente. Porque en el momento en el que nos encerramos en nuestra propia verdad y no intentamos entender al otro, perdemos toda credibilidad.

¡Cuántos conflictos nos ahorraríamos si desde un primer momento nos dedicáramos a transmitir nuestros pensamientos sin censuras! Ojo, que eso no quiere decir que debamos insultar o faltar al respeto si el debate se caldea. Todo lo contrario. Parece que no nos damos cuenta del poder del diálogo y las palabras que empleamos (hay que pensar antes de hablar). La comuncación es la base del entendimiento. Sin esos cimientos no podemos construir nada. Por el contrario, si nos guardamos todo y no damos pie a la conversación, puede llegar un punto en el que nos montemos tal película dentro que nos creamos con derecho a ningunear a los demás sin ningún tipo de empatía. 

Tiene que ser frustrante vivir eternamente prisioneros de nuestras propias opiniones, o camuflados por palabras superfluas que se alejan bastante de lo que predicamos. Se nos da muy bien cabrearnos y hacer conjeturas, prejuzgar y poner etiquetas, pero se nos da muy mal coger a esas personas con las que tenemos un malentendido y decirles "Oye tú, tenemos que hablar". Y uso la primera persona del plural porque soy humana y también me miro el ombligo a veces y me equivoco.

A veces anteponemos la idea a la persona que hay detrás de ella.
Las convenciones sociales y nuestra mente nos presionan demasiado y nos hacen olvidarnos de lo que es la espontaneidad, la naturalidad, la humildad, la empatía y la sencillez, que salen directamente del corazón. Cualidades que todos valoramos, pero que pocas veces ponemos en práctica. Por el contrario, hacemos demasiado uso de la soberbia, la prepotencia y la chulería.

En los últimos días he estado involucrada en varios debates y he visto un poco de todo. He leído opiniones diversas y he visto cómo cada persona tomaba una actitud diferente en el debate. Incluso he sentido como yo misma no me expresaba igual según el tema  de discusión, el momento y el tono de los demás participantes. Me he reído, me he indignado, me he sorprendido, me he cabreado, me he maravillado, y en definitiva me he visto en diferentes tesituras que me han hecho aprender mucho sobre la forma en la que nos llegan los mensajes y la manera en que nosotros interpretamos las palabras.

Y al final he concluido que comunicarse es precioso y vital para la evolución y que lo único que nos hace diferentes a otras especies es cómo utilizamos el lenguaje. Una herramienta que puede traer la paz o la guerra. Sólo basta usarla con sensatez, amor y serenidad para traer lo primero.