It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

lunes, 25 de junio de 2012

Adiós


La vida es un ir y venir de gente. Ya lo he dicho muchas veces. Pero uno sólo se da cuenta de esto cuando tiene que decir adiós. Adiós para siempre.

La vida es maravillosa, está llena de cosas increíbles, lugares espectaculares y gente que simplemente da sentido a todo lo demás. Mi vida ha sido muy corta, tan sólo he vivido 25 años. Y aunque sé que esto no es más que el principio, a la vez siento que he vivido suficiente como para darme cuenta de algunas de estas cosas.

He viajado bastante, pero a la vez no he visto ni un 10% de todas las maravillas que hay en este planeta. Esos viajes me han hecho crecer como persona en todos los sentidos. Me han abierto la mente y me han hecho aprender infinidad de lecciones. Pero sobre todo me han regalado la oportunidad de poder conocer personas que han cambiado mi vida.

Una de esas personas se ha marchado hoy. Decirle adiós ha sido uno de los momentos más tristes de mi vida. Verle cruzar la línea que nos iba a separar para siempre (o al menos que iba a poner fin a la vida que teníamos en común), me ha hecho recordar todo cuanto hemos compartido y pensar en todo lo que me ha hecho sentir en estos meses. Me ha hecho ver que la vida es precisamente nacer y morir. Empezar y acabar. Que todo tiene un principio y un final. Pero que lo que realmente cuenta es ese tiempo que queda entre medio. Ese tiempo en el que todo sucede. Ese tiempo en el que todos los recuerdos tienen lugar, en el que esas personas transforman tu vida.

Él transformó mi vida en Charlottesville. Apareció en el momento en el que más lo necesitaba, cuando más desesperada estaba por todos los cambios que me estaba tocando afrontar respecto a la vida que había dejado en España. Él no lo sabe, pero conocerlo me ayudó a olvidarme un poco de esos problemas, de esa tristeza, y a cambio me dio ilusión. Ilusión por disfrutar de esta experiencia al máximo, por aprovechar cada minuto de mi estancia aquí. Y aunque parecía que era yo la que le animaba a ver la experiencia de esta manera, en realidad era él quien, sin saberlo, me recordó lo importante que es vivir cada segundo como si fuera el último.

Encontrarle me dio esperanza. Esperanza en creer que cuando parece que todo está perdido, que nada puede ir peor, siempre hay algo que aparece por sorpresa y te hace sonreír y despertarte cada mañana con ganas de más y mejor. Esperanza en que hay gente que merece la pena y que es bonito luchar y darlo todo por ellos.

Conocerlo me recordó por qué vine aquí. Y aunque nunca nada fue perfecto, ni mucho menos, esas imperfecciones me hicieron aprender que no podemos pedirle peras al olmo, y que hay que aceptar a las personas tal y como son. Que no podemos cambiar las cosas a nuestro gusto, y que la naturalidad y la espontaneidad son las cualidades más importantes en una amistad de verdad. Y aunque sé que yo me equivoqué y no supe ver esto a tiempo, le doy las gracias por haberme regalado lo que yo venía buscando aquí: comprender el sentido de la amistad. Aprender que la amistad auténtica merece la pena el sacrificio de otros sentimientos.

Decir adiós me ha enseñado que tras la confusión (y lágrimas que queman la cara) todo se ve un poquito más claro. Porque querer a alguien es ser feliz viendo la sonrisa de esa persona. Es dejar que esa persona vuele libre... y que, tras meses viviendo una realidad paralela, vuelva a ese extraño planeta que poco a poco irá recordando como su hogar.

Y yo mientras seguiré aquí con la mirada cegada por el sol, observando a ese pájaro que vuela alto... y soñando que me convierto en él y que cruzo todo el cielo hasta llegar a ese extraño planeta.

miércoles, 13 de junio de 2012

Yo y mis circunstancias


Parece mentira que hace casi un año que empezó esta aventura, este “sueño americano” (o pesadilla, como yo digo a veces). Exactamente hace 345 días yo estaba aterrizando en suelo americano y el 8 de julio de 2011 llegué al que iba a ser mi “hogar” durante 12 meses, Charlottesville. Una ciudad pequeña (aunque más grande que Fuengirola), pero con bastantes cosas buenas, aunque a veces me cueste reconocerlo.

Es cierto que cada vez que alguien me pregunta qué tal la experiencia, o qué me parece la vida aquí, o si tengo ganas de volver a España, siempre respondo rotundamente diciendo que no me gusta nada este país, ni esta cultura, que jamás podría vivir aquí por más de un año y que estoy deseando volver a mi casa con mi gente. Sin embargo, no todo es tan negro como parece. Por suerte he encontrado también muchas cosas buenas aquí, muchísimas.

Cada día me siento afortunada por haber podido vivir esta experiencia y haber aprendido tanto en el camino. Mi trabajo me agota física y mentalmente, sin embargo me ha aportado muchas cosas positivas. He convivido con dos niños que a veces sacan lo peor de mí, pero a la vez han sido los únicos que en ocasiones han estado ahí para darme un abrazo o un beso y decirme que me quieren. Y aunque no extrañaré en absoluto el trabajo, sé que me acordaré mucho de ellos y sonreiré cada vez que recuerde los buenos momentos que pasé con ellos.

He aprendido a ser paciente, a valor más aún lo que tengo, a ver las cosas desde diferentes puntos de vista, a adaptarme a una nueva (y muy diferente) cultura haciendo cosas contrarias a mis principios, a ser flexible, a tener claro cuáles son mis prioridades en la vida, y sobre todo a apreciar la importancia de la familia.

Por otra parte, cuando analizo mi experiencia en relación a cuáles eran mis objetivos antes de venir, me doy cuenta de que aún es pronto para sacar conclusiones claras. Esos objetivos eran: 1) viajar, 2) conocer gente, 3) perfeccionar el inglés.

Sobre el primer punto estoy más que contenta. He visto muchos de los sitios que quería ver y otros que surgieron sobre la marcha: Chicago, Milwaukee, Virginia Beach, Lake George, Boston, Nueva Orleans, Disney World (Orlando), Memphis, Filadelfia, etc. Lo pasé genial en cada uno de esos lugares y me ayudaron a sentirme renovada y llena.

En cuanto al idioma no sé muy bien qué pensar. Por una parte estoy muy contenta de pensar en inglés casi las 24 horas del día y haber ganado tanta fluidez, pero a la vez lamento el no haber tenido un ambiente más académico en el que perfeccionar mi inglés a otro nivel. He aprendido mucho vocabulario y expresiones, pero he echado de menos el hablar con más personas nativas con un nivel educativo más elevado. El haber pasado tanto tiempo con au pairs cuyo primer idioma no era el inglés me ha hecho en muchos momentos dudar de aspectos gramaticales que tenía claros antes de venir. Pero supongo que la duda también es buena.

Y en cuanto al segundo punto, el cual considero el más importante, qué decir... Pues que como siempre digo, lo mejor de viajar y vivir en otras culturas es, sin duda, las personas que se cruzan en mi camino. Porque sin esas personas nada habría sido lo mismo. Porque cuando uno está lejos de casa, lejos de su gente, lejos de todo cuanto conoce, uno puede llegar a sentirse muy solo, y sin esas personas yo me habría sentido mucho más perdida de lo que muchas veces estuve.
Esas personas, casi sin saberlo, me han aportado mucho. Y aunque las amistades que tuve aquí no fueron como las que hice en Alemania (digamos que haya sido por el idioma y la diferencia cultural), he sentido por ellos prácticamente lo mismo que sentí entonces. Quizá sea todo resultado de la misma situación. Tal vez sea ley de vida sentir unos determinados sentimientos en vivencias como esta. Quizá siempre se sienta lo mismo en este tipo de “vidas paralelas” o “irreales”. Tal vez sea como una especie de Gran Hermano donde todo se magnifica. Puede que si hubiera conocido a las mismas personas en mi “vida normal” en Fuengirola, no habría sentido de la misma manera... Lo que quiero decir es que todo ha influido. Porque como dijo Ortega y Gasset “yo soy yo y mis circunstancias”. Yo he sido aquí quien he sido debido a todo lo que me ha rodeado, y las personas han sido el peso más importante. Porque esas personas me han hecho sentir, reír, llorar, amar, enfadarme, valorarme, dudar, aprender, e incluso conocerme mejor.

He conocido muchísimas personas agradables y simpáticas, hablado con algunas muy interesantes, descubierto a unas pocas muy especiales, y encontrado un par de grandes amigos que espero tener para siempre. Esos amigos han sido sobre todo compañeros de viaje y apoyos en los momentos bajos. Personas que he querido por el simple hecho de ser como son.
Y quizá necesitemos más tiempo para saber si realmente la amistad perdurará... pero si hay algo que tengo claro, es que yo los necesité mientras estuve aquí y los recordaré siempre por lo que me hicieron sentir. Y haré todo lo posible por demostrarles que me importan y que la distancia nunca será un impedimento para seguir necesitándolos en mi vida o ayudándolos cuando ellos me necesiten a mí. Y que no sólo fue necesidad, sino amor de verdad. Que los quise en todo momento, y que los quiero tener para siempre. Que por mi parte, me tienen cuando me necesiten y que estaré deseando saber de ellos y sus vidas cuando nuestros caminos se separen.

Y ahora mismo, sólo puedo decir que me siento invadida por sentimientos encontrados. Por una parte deseando volver a mi vida de antes con todos los cambios que me voy a encontrar (para afrontarlos cuanto antes y adaptarme lo más rápido posible), ver a mi familia y amigos y empezar una nueva aventura. Y por otra, con pena y tristeza por decir adiós, más que a esta vida, a esas personas que han formado parte de ella, y a la vez con un poco de miedo por no saber qué me esperará tras combinar la vida que dejo atrás con la que me aguarda en España.

Tan sólo puedo decir que como amante de la vida, estaré preparada para lo que venga y con los brazos abiertos para recibir todas las cosas maravillosas que seguro aprenderé cuando despierte definitivamente de este sueño. Así que por el momento sólo diré: hasta pronto.