It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

domingo, 29 de marzo de 2020

Hay una carta para mí

Los medios de comunicación son, hoy en día, más variados que nunca. Tenemos televisión, radio, prensa, emails, whatsapp y otros servicios de mensajería, redes sociales; Correos nos permite enviar postales, cartas, paquetes, etc. También tenemos otras formas de expresión como la música, el cine, la fotografía y cualquiera otra forma de arte. Además aún se siguen usando otras más antiguas y menos comunes como el morse. Y hay personas que necesitan otras formas de lenguaje como el braille o la lengua de signos. No obstante, pereciera que nos comunicamos menos que nunca.

La comunicación se ha vuelto superficial, fría y banal. No escuchamos, no miramos, no prestamos atención. Hay demasiados estímulos y al final ninguno nos estimula realmente. Los mensajes son cortos y carentes de significado. Los emojis, memes, gifs y stickers han sustituido a las palabras y por supuesto al lenguaje corporal. La libertad de expresión nos permite decir lo que queramos, sí, pero no lo que pensamos. Nos permite decir muchas cosas, pero a la vez no decimos nada porque ni nosotros sabemos lo que pensamos y sentimos, y si lo sabemos nos hemos olvidado de cómo hacerlo o, peor aún, nunca nos enseñaron.

En estos tiempos en los que todo es urgente, inmediato y fugaz, todavía quedamos algunos que elegimos una manera más pausada, paciente y duradera de comunicación como puede ser escribirse cartas. Sí, de esas que se escribían nuestros mayores a lápiz y en papel. ¿Recordáis aquella época en la que se hacían amistades por correspondencia y te escribías cartas con personas desconocidas? O quizá nunca lo viviste, pero tus padres o abuelos te lo contaron. Pues bien, por suerte todavía hay personas que practican esta entrañable actividad.

En esta era tecnológica hay lugar para todo, y por eso existen también apps que replican esta bonita forma de intercambiar información. Apps como Slowly te permiten escribir cartas desde tu móvil, tablet u ordenadorr sin llega de manera inmediata sino que tardan un par de días (o unas horas, depende de la lejanía) para poner en práctica la bonita virtud de la paciencia. Hace un año me uní a esta comunidad y empecé a conocer gente muy interesante. Con algunos perdí el contacto al cabo de varias cartas porque desaparecían de la app, o porque yo misma me saturaba. Al final no dejaba de ser una aplicación para el móvil que me permitía escribir a cuantas personas quisieras. La comodidad de poder hacerlo en cualquier momento desde la pantalla de mi dispositivo, hacía que acabara escribiendo más cartas de las que era capaz de mantener en el tiempo.

Por ello, decidí limitar el número de personas con las que me escribía, y con aquellas con las que adquiriera más confianza y hubiera más continuidad, decidí intercambiar direcciones postales para seguir la amistad por correspondencia como se ha hecho toda la vida. Y así a día de hoy, he vuelto a sentarme en mi escritorio a explayarme a lo largo de páginas y páginas para contar a mis nuevas amistades cosas algo más íntimas de las que contarías en un simple WhatsApp. Es lo que tienen las cartas, que te permiten abrirte mucho más porque sabes que tu carta tardará varios días en llegar y ser respondida, así que te centras más en contar lo más relevante porque no sabes cuándo tendrás noticias de esa persona.

Esto hace que el contenido sea más profundo y de mayor calidad, y el hecho de que se haga a través de papel sin fotos de por medio hace que te abras con mayor facilidad y por tanto consigues mostrarte de manera más real. A su vez, si la otra persona hace lo mismo -y esa es la idea- acabarás conociéndola mejor que si la conocieras en un entorno más cotidiano donde no se suele profundizar de primeras. Y, así, si la amistad cuaja, sabes (o al menos así lo sientes) que se tratará de una amistad más auténtica porque ambas partes os abristeis en canal.

No hay muchas cosas que hagan tanta ilusión como recibir una carta en el buzón. Y si se trata de una persona desconocida resulta más especial pensar que alguien en la otra parte del mundo (o a unos kilómetros de tu ciudad) se tomó su tiempo en sentarse a escribirte, en comprar unos sellos y en enviar el sobre a través de Correos. Pocos detalles más bonitos que ese hay para mí. 

Pero además, escribir cartas tiene otras ventajas además del mero hecho de conocer gente y practicar la paciencia. Por ejemplo, te permite conocer a personas de otros países con la consecuente práctica de otro idioma (si usáis el inglés u otro idioma que habléis en común para comunicaros). Además el escribirte con personas de otras culturas te aporta una visión diferente del mundo, por no hablar de la posibilidad futura de visitarlos algún día en sus países de origen. Por si fuera poco, el propio hecho de escribir nos ayuda a mantener nuestras capacidades motrices y mentales más activas y ágiles. Y no sólo eso, la calidad de nuestra expresión escrita también mejora. Además, escribir en general puede ser una buena forma de hacer terapia o desahogarte con alguien que probablemente no te va a juzgar y va a darte una opinión más objetiva que la de las personas de tu entorno. Siempre es más fácil hacerlo con alguien desconocido y a quien no tienes por qué ver en persona. 

Escribir cartas es para mí parte del estilo de vida lento (slow movement) que he decido tomar dentro de mis posibilidades. Porque bastante rápido y estresante es todo ya como para dejarnos llevar por esa inercia que no nos lleva a nada más que al deterioro físico y emocional. Las cartas me aportan calma, paciencia, autenticidad, libertad de expresión, y bienestar mental. Pero también me ayudan a mantener viva mi parte rebelde, porque ¿qué puede ser más revolucionario en esta sociedad de la inmediatez  y la rapidez que tomarse la vida con calma?

domingo, 22 de marzo de 2020

Vacaciones eternas

Desde que empezó el 2020 tengo la sensación de que todo lo que me ha ocurrido es parte de un ensayo general para una película de cuyo género no sabía nada. Ahora sé que esa película era de género apocalíptico. ¿Cómo no pude ver todas las señales? Dolencias varias, una ruptura, una mudanza (la tercera en menos de un año), y ahora una pandemia. No sé cómo pretendía el universo que actuara, pero ya podría haberme dado el guion antes para no tener que estar improvisando tanto ahora. Pero supongo que esa es la magia de cualquier actuación que se precie, tener que capear la situación con desparpajo y hacer el papel lo más tuyo posible.

El escenario actual es el siguiente: muchos llevamos una semana confinados en nuestras casas (amortizando los 4,5€ mensuales de Netflix), algunos teniendo que trabajar (¡gracias!), otros paseando a perros de attrezzo para despejar la mente, y otros pocos sacando bolsas de plásticos llenas de cajas vacías de medicamentos para fingir que vienen de la farmacia. Sin duda, esta situación ha hecho del mundo un gran elenco de actores y actrices. Si no nos llevamos el Oscar, lo mismo nos llevamos el Grammy por artistas revelación. ¿Cómo? ¿Es que en vuestro barrio no sale el personal a cantar Paquito el chocolatero a todo pulmón? Yo, además, el otro día tuve el "honor" de presenciar desde mi palco como un coche de la Guardia Civil reproducía el himno de España a todo trapo mientras el que conducía alzaba su brazo al aire. Y por si fuera poco, desde el gallinero gritaban mis vecinos los más rancios vítores.

Hoy el presidente ha anunciado que el estado de alarma se alarga 15 días más. Genial. Más días para seguir ensayando para el fin del mundo (y oír como la gente grita orgullosa "¡Viva España!" mientras la población española sigue muriéndose de asco -y literalmente... por la falta de recursos-). Y para los que estamos dentro de un ERTE (temporalmente suspendidos de nuestros empleos), esto tiene pinta de ser unas "vacaciones" de un mes mínimo. Aunque a decir verdad, siento que llevo de vacaciones desde que empezó el año. ¿Sabéis esa sensación de cuando estáis de vacaciones que sois conscientes de que todo lo que estáis haciendo es algo que normalmente no haríais en vuestro día a día y que es temporal y que acabareis volviendo a la rutina de siempre? Pues así me siento yo desde enero.

Cada vez que pienso en alguno de los sucesos que me han sorprendido este año (citados en la introducción), pienso casi convencida de que esto pasará, o yo despertaré, y mi vida será la que era. Volveré a mi casa, con mi pareja, despertaré en mi cama, me prepararé el desayuno en mi cocina, pasearé por mis lugares preferidos y saldré a trabajar como cada día. Lo cierto es, que nada volverá a ser como antes, ni como era hace tres meses, ni como era hace una semana. No sé cómo serán las cosas, pero estoy casi segura de que estas vacaciones que parecen eternas tendrán unas consecuencias que nos harán querer a todos que nuestras vidas sean totalmente diferentes, nuevas, y que nada nunca jamás vuelva a ser como era. Y si no es así, es que no habremos aprendido nada.

martes, 17 de marzo de 2020

Presente distópico

¿Cuántas novelas distópicas tendré pendientes por leer con las que visualizar cómo sería el futuro de la humanidad? ¿Cuántas veces habré deseado que el mundo se parara y tomara consciencia de lo que le estamos haciendo al planeta y de lo que nos hacemos los unos a los otros? Pues quizá después de estas dos semanas de aislamiento no necesite imaginar ni desear más tal situación porque ya la estoy viviendo ahora mismo en primera persona.

La población española lleva oficialmente confinada desde el sábado 14 de marzo, es decir, estamos en el cuarto día de este estado de alarma declarado por el gobierno de España debido a la pandemia del coronavirus, y puedo decir que no lo estoy pasando nada mal... al menos de momento. Me parece increíble que hace una semana yo estaba en clase con mis alumnos y alumnas, y hoy estoy sentada en mi escritorio, temporalmente sin trabajo, y sin saber qué ocurrirá pasadas estas dos semanas de confinamiento. Ir por la calle hoy es ser protagonista de una película de terror o de una distopía. Ver a la gente con mascarilla y guantes caminar sola y a un metro de distancia de los demás, mientras coches de policía patrullan las calles con mensajes de alerta por megafonía, es algo que jamás hubiera imaginado. Sé que siempre he sido consciente de que es la incertidumbre la que rige nuestras vidas, pero una vez más me ha vuelto a pillar por sorpresa. Sin duda alguna, no podemos dar nada por sentado porque jamás sabremos qué ocurrirá cuando nos despertemos al día siguiente, si es que nos levantamos al día siguiente...

Hace unas semanas, cuando todo esto resultaba algo lejano y sensacionalista, no pensaba que fuera a tener las repercusiones que está teniendo. Sinceramente pensaba que en unas semanas se olvidaría todo esto del covid-19, y se hablarían de otras cosas. No le di la mayor importancia, la verdad. Pero no ha sido hasta ahora cuando todo se ha vuelto cercano y palpable, cuando nos han obligado a quedarnos en casa aislados, que he empezado a ser consciente de la gravedad del asunto. No obstante, en ningún momento he sentido miedo ni he visto motivos para entrar en pánico, pues tampoco creo que ayudaría en nada. Confío en la ciencia y sé que esto pasará.

La parte que más me llama la atención de todo esto es lo que supondrá a nivel de conciencia: cómo nos afectará esto como especie y qué medidas y actitudes tomaremos cuando este caos haya pasado. ¿Aprenderemos algo de esta experiencia extrema? Yo creo que sí, porque la historia ha demostrado que sólo cuando ocurren calamidades como esta y nos dan el bofetón en la cara, conseguimos aprender y avanzar. Y por eso, en cierto modo, me siento tan agradecida porque esté ocurriendo todo esto. Porque ya tocaba espabilar y pasar página en la historia.

Estos días van a ser una oportunidad excepcional para que todos y todas paremos nuestras vidas y nos quedemos en casa (literalmente) a reflexionar sobre nuestros actos, nuestra responsabilidad para con el mundo y la importancia de la solidaridad para salir de esta. Creo que no habrá mejor momento en nuestra historia para hacer introspección y autocrítica. Sé que hay mucha gente que no sabe estar sola, y ahora mismo debe estar tirándose de los pelos, pero le puede venir muy bien para aprender a estar consigo misma y pensar en cosas que, probablemente, antes no hubiera considerado.

Además, el hecho de tener infinitas horas para pasar en casa, es ideal para dedicar tiempo a aquellas cosas para las que nunca tenemos tiempo así como para relacionarnos con los demás de una manera diferente. Algo me dice que, cuando pasen estos días -sean los que sean finalmente-, habremos aprendido a apreciar la compañía de los demás mucho más además de otros bienes materiales e inmateriales. Pero mientras, podemos disfrutar de este aislamiento impuesto (y soledad para aquellos que vivan solos) haciendo infinidad de actividades para mantener el cuerpo y la mente activos. Yo estoy aprovechando para leer mucho, hacer ejercicio con vídeos de YouTube, ver series / películas / documentales, escribir, cocinar, dormir y/o quedarme despierta hasta tarde, hacer meriendas virtuales por Skype, jugar, ordenar... ¡Hay tantas cosas que se pueden hacer! 

No obstante, no me olvido de aquellas personas que no tienen tanta suerte ni pueden disfrutar de estas "vacaciones" forzadas. Me acuerdo de los profesionales sanitarios que trabajan incesantemente para mantener sanos y con vida a los infectados, de los científicos incansables que buscan una vacuna contra el covid-19, de las cajeras y reponedoras que hacen posible que aún podamos adquirir productos de primera necesidad, de los agricultores y transportistas que siguen abasteciéndonos, de aquellos que velan por nuestra seguridad, de todas las personas que aún tienen que ir a sus puestos de trabajo para garantizar el funcionamiento de los servicios básicos... pero también me acuerdo mucho de los pacientes más vulnerables que están en estado crítico,  de las personas con depresión u otras enfermedades mentales que viven solas, de las prostitutas sin ningún tipo de libertad ni amparo social, de las mujeres maltratadas que se ven obligadas a convivir con sus maltratadores 24h, de las residencias de ancianos, de las personas con discapacidad, de los indigentes,  de los animales abandonados y un largo etcétera.

Creo que es importante que en estos días no nos olvidemos de todos los privilegios que tenemos, que esto nos sirva para dejar de ser tan individualistas, para que miremos por el bien común, para que apreciemos lo que ahora no tenemos porque nunca sabemos cuándo lo volveremos a perder, para que pensemos en aquellos que viven en situaciones extremas todos los días de su vida y, en general, para que recordemos que no estamos solos en este mundo y que el planeta es hogar de todos.

No sé cuáles serán las consecuencias de todo esto, pero estoy segura de que, por muy nefastas que sean (sobre todo a nivel económico), sacaremos muchas cosas positivas. Se me ocurre, por ejemplo, cómo bajarán los niveles de polución globales, y eso me hace sonreír. Me tomo esto como un toque de atención del universo para enseñarnos que la vida es muy frágil, que debemos ser más responsables y más agradecidos con lo que tenemos. Y por supuesto que recordemos la importancia de tener unos servicios públicos que velen por el bienestar de todos y todas independientemente de nuestros ideales políticos. 

Frente a este potente virus es normal sentirnos débiles e insignificantes, pero pienso también que podemos tener la esperanza de que si todos colaboramos y nos unimos podemos hacerle frente a esta pandemia y más. Así que quedémonos en casa, seamos responsables y solidarios, y dejemos que los expertos (personal sanitario y científicos) hagan su trabajo.


domingo, 8 de marzo de 2020

¿Qué es el feminismo?


Muchos y muchas responderían a esta pregunta diciendo que es un movimiento que persigue la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, siento decepcionaros porque en realidad la igualdad sería una consecuencia de lo que realmente busca el feminismo. El feminismo es un movimiento político-social que lucha por la LIBERACIÓN de todas las mujeres. Porque no debemos olvidar que vivimos en un mundo dominado por el patriarcado y protagonizado principalmente por hombres. En un mundo así, ¿cómo vamos a ser tratadas como iguales?

Un mundo donde todas las personas, independientemente de su sexo, son tratadas como iguales es imposible mientras sigamos rigiéndonos por un sistema patriarcal, machista y misógino. Este sistema tiene subyugadas a las mujeres y por eso es preciso liberarlas para que estas puedan combatir el sistema y así conseguir que todos y todas disfrutemos de los derechos humanos que nos pertenecen.

A las mujeres se nos trata diferente (dominándonos, humillándonos, cosificando, denigrándonos) desde el momento en que nacemos. El mero hecho de nacer con vagina es suficiente para ponernos en el cajón de "sexo débil" que debe ser controlado y salvado por un apuesto príncipe. Por tanto, creo que este movimiento debe ser liderado exclusivamente por mujeres (biológicas), porque sólo nosotras sabemos lo que es sufrir esa discriminación. Si eres hombre y tienes madre y hermanas, está muy bien, ámalas y respétalas, pero no les quites el protagonismo en su lucha. Y si naciste hombre pero te gusta maquillarte, ponerte faldas y deseas pasar por ciertas intervenciones quirúrgicas, estás en tu derecho, hazlo si te hace feliz a nivel individual, pero igualmente, no nos quites protagonismo en nuestra lucha colectiva. Los aliados son bienvenidos, pero la voz que debe oírse en nuestra lucha por la liberación es la nuestra.

Ser mujer no es una experiencia subjetiva e individual, es una realidad biológica y social tangible. Lo que quieren vendernos como "sentirse mujer" no es más que otra forma del patriarcado de tenernos sumisas y a su merced, decidiendo por nosotras cómo debemos vestir, comportarnos y qué gustos debemos tener. Ser mujer no es maquillarse, llevar tacones y jugar con muñecas. Estas actitudes no son innatas, sino que son fruto de la socialización. ¿De verdad nos reducís a eso? Las mujeres somos seres humanos, al igual que los hombres, cuyas diferencias no nos hacen menos que ellos. El género no es más que un invento del patriarcado para seguir encasillándonos en el cajón de persona débil, sumisa y superficial que actúa a merced de los hombres creyendo que su mayor cometido es agradarlos y complacerlos. ¿Por qué si no íbamos a pasar por la tortura de la depilación, de andar con tacones, llevar ropa ceñida que corta la circulación o pasar por un quirófano sin necesidad?



Por ello, uno de los objetivos del feminismo es acabar con el género. No queremos ser socializadas de manera diferente, queremos que los niños y niñas sean tratados por igual. No queremos que nos mutilen los genitales, ni que nos venden los pies, ni que nos agujeren las orejas, ni que nos vistan con ropa incómoda cuando vamos al parque a jugar. No queremos ser esclavas sexuales, vasijas, ni criadas, pero tampoco queremos ser señoritas ni princesitas, queremos ser niñas guerreras que no se dejan pisotear, ni tocar el culo ni que nos levanten la falda. Tampoco queremos que nos den muñecas (al menos no sólo a nosotras) ni que nos regalen cocinitas por navidad. Queremos que nos regalen libros, valores, educación y conocimiento para no caer en las garras del patriarcado. 

Porque una niña que crece pensando que es un ser humano válido, independiente, fuerte y autosuficiente, no necesitará ser rescatada por ningún caballero con armadura. Ni creerá que el sexo es decir que sí a todo, o mejor dicho, no decir que no a nada. Una mujer socializada desde el respeto y la igualdad, tendrá opinión y deseos propios. Sabrá lo que quiere y lo hará saber sin miedo a ser rechazada. Tendrá la seguridad de que cuando intime con un hombre (permitidme que hable desde mi perspectiva hetero) será por mutuo deseo y no por mero consentimiento. ¿Os habéis dado cuenta de que sólo se habla de consentimiento por parte de la mujer? El hombre quiere, y ella debe consentir o no. Perdona, pero no... la mujer debe desear de igual manera. Consentir es sinónimo de resignación, de sumisión. Así que dejemos de hablar de consentimiento, y empezamos a enseñarles a nuestras hijas que ellas son también sujetos activos que desean.

Porque si las hacemos creer que ellas no pueden disfrutar del sexo, que lo que ellas quieran es secundario, que su cometido es satisfacer a los hombres porque, supuestamente, ellos tienen unas necesidades irrefrenables, entonces acabarán creyendo que la prostitución es un bien social (pobre hombres insaciables) y que ellas siempre podrán recurrir a ella si no encuentran su propósito vital o un mero trabajo y sueldo dignos. ¿De verdad queremos vivir en una sociedad donde les enseñamos a nuestros hijos que pagar por "sexo" está bien? ¿Que hay mujeres que están para satisfacer sus necesidades aun cuando ellas no desean estar ahí? ¿De verdad nos vamos a extrañar que haya hombres que violen (sale más barato que ir a un club) o que fuercen a sus parejas a realizar prácticas que no desean? ¿De verdad vamos a justificar esta barbarie con la pobre excusa de que hay algunas mujeres que quieren (consienten) este tipo de vejaciones? ¿Vamos a legalizar la esclavitud sólo porque una microscópica proporción de la población diga que no le importa ser esclavizada? ¿Vamos a violar los derechos humanos para darle el gusto a los hombres de correrse por dinero sobre una mujer que no lo desea y que, probablemente, esté en situación de exclusión social? ¿De verdad el deseo insaciable de un hombre (impuesto por la socialización) vale más que la dignidad, la libertad y los derechos de todas las mujeres del mundo? Porque, ¿realmente creéis que con ese rídiculo porcentaje que "elige libremente" prostituirse va a cubrirse la demanda de los miles y miles de hombres que buscan este tipo de encuentros? 

Por esto y mucho más el feminismo radical (aquel que va a la raíz del problema) aboga por la abolición de la prostitución y la pornografía por ser ambas industrias que promueven la cultura de la violación (dominación, violencia, etc). La abolición no penaliza a las mujeres víctimas de explotación sexual, ni siquiera a aquellas que ejercen "libremente". La abolición se limita a penalizar a puteros y proxenetas por aprovecharse de la vulnerabilidad de esas mujeres (y no respetar los derechos humanos) y ofrece ayuda psicológica y económica y alternativas laborales a aquellas mujeres que se vieron en la necesidad de recurrir a tales prácticas o fueron forzadas (el 94%). 

Por último decir que no os dejéis engañar por ese oxímoron como "feminismo de derechas" o "feminismo liberal". Es como decir clase obrera capitalista. Las políticas de derechas justifican las desigualdades sociales y creen que las clases más perjudicadas tienen lo que merecen ("si no quieres ser pobre, trabaja más y si no te jodes", básicamente). Por tanto, creen que tiene que haber grupos sociales más débiles para que haya otros más fuertes. Y si partimos de la base de que el feminismo quiere erradicar toda forma de dominación de unos sobre otros, ¿cómo vamos a hablar de feminismo de derechas si esta ideología cree y defiende estas diferencias de poder? No tiene ningún sentido. Así que dejad de vendernos los vientres de alquiler como un acto altruista cuando no es más que un negocio que utiliza a las clases más desfavorecidas para contentar a los ricos que no pueden reproducirse. 

El feminismo es de izquierdas (lo cual no quiere decir que toda persona de izquierdas sea feminista), republicano y arreligioso. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que la monarquía impone a un jefe de estado que está por encima del resto (pensamiento patriarcal) y porque las religiones actúan de la misma manera. No se puede ser católica (o musulmana, o judía) y feminista. Las religiones son todas machistas, patriarcales y misóginas, así que son totalmente incompatibles con el feminismo. Eso no quita que puedas ser una persona que crea en alguna energía creadora o que lleves una vida espiritual (ahí ya no me meto).

Estas conclusiones son fruto de años de lectura, formación y reflexión individual y colectiva, porque no hay mejor forma de aprender y luchar por una causa que hacerlo desde la sororidad (unión entre mujeres) y escuchando/leyendo a las más doctas. Por ello, os dejo algo de bibliografía de calidad por si queréis profundizar en el tema (no tenéis excusa, casi todos los enlaces os llevan a libros gratuitos) y sacar vuestras propias conclusiones. 


El patriarcado nos quiere ignorantes y sumisas, y ante eso no hay mejor arma que formarse, coeducar, y por supuesto, salir a la calle a reclamar nuestros derechos cada 8M hasta que todas las mujeres del mundo hayan sido liberadas y vivir una vida feminista los 365 días del año porque lo personal es político.