It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Soñando, soñé

A pesar de estar muy cansada tras la larga y movida noche de ayer, la luz que entra por la ventana no me deja seguir durmiendo. Aunque tiene poca fuerza, la temperatura y el color son intensos y tan diferente a lo que estoy acostumbrada que no puedo evitar sentir una mezcla entre ligera molestia, placer y curiosidad por saber que quiere alumbrarme con tanta insistencia. Giro la cabeza hacia la izquierda y ahí estás tú, aún impasible y ajeno al nuevo día que empieza a asomarse. Pareces dormir tan plácidamente, que no puedo evitar sonreír, reprimir mis ganas de besarte y dejarte descansar un poco más. Mi curiosidad, por el contrario, no entiende de descansos. Así que sigilosamente me levanto con cuidado de no interrumpir tu profundo sueño. Y parece que no lo hago muy mal porque tú ni te inmutas.

Descalza y aún medio desnuda, me dirijo hacia el porche, y con cierto nerviosismo y timidez echo un vistazo hacia fuera y antes de que me dé tiempo a asimilar lo que ven mis ojos, así sin más todo mi cuerpo se detiene. Dicen que la belleza está allá donde uno la encuentra, y yo en este momento siento como si la estuviera descubriendo por primera vez. Los tonos anaranjados sobre los frondosos y brillantes campos verdes son tan preciosos que no puedo evitar emocionarme y dejar que ese dulce escozor tan familiar acaricie mis ojos y se derrame por mis mejillas en forma de lágrimas de felicidad. Quiero abarcarlo todo con mi mirada y retener esa imagen en mi mente por toda la eternidad. Ojalá pudiera hacer una copia de seguridad para poder recuperarla siempre que quiera, pero en realidad siento que el sentimiento es tan potente, que sería imposible borrar este recuerdo de mi memoria. 

En tan sólo unos segundos empiezan a acumularse dentro de mí infinidad de emociones. Fascinación, plenitud, paz, armonía y gratitud. Pero sobre todo un inmenso y profundo amor. Es en ese momento cuando quiero girarme y llamarte a gritos, porque no puedo soportar la idea de estar viviendo esto yo sola. Necesito compartirlo contigo. Algo tan hermoso no debe quedárselo uno para sí mismo. Pero antes de que me dé tiempo a darme la vuelta, siento sobre mi hombro como tu mano se apoya sutilmente, para no asustarme. Y es ahí cuando casi de reojo, para no perder de vista la bonita estampa, te miro y sonrío aún desde el asombro. Y sin mediar palabra entiendo por tu expresión facial que tú estás experimentando exactamente lo mismo. Es como estar conectados por un mismo instante. ¡Ya no hará falta memorizar ese momento! Tus ojos pasan de un estado de letargo a otro de admiración en cuestión de milisegundos. Entonces me coges la mano, como buscando cerciorarte de que realmente estamos ahí uno al lado del otro presenciando el mismo milagro, y yo te la aprieto delicadamente como señal de confirmación. Enseguida una amplia sonrisa se dibuja en tu rosto, y yo entiendo a la perfección lo que eso quiere decir. "Yo también..." -pienso internamente- "...me alegro de que hayas venido conmigo", digo en voz alta finalmente.

Tras unos minutos de contemplación, nos volvemos el uno hacia el otro y nos fundimos en un abrazo. Yo cierro los ojos, y con la cara escondida entre tu cuello como de costumbre, te huelo para asegurarme de que estás ahí conmigo. No obstante, el aroma de la mañana interrumpe mis pensamientos y cuando me dispongo a abrir los ojos el contacto de tu piel empieza a difuminarse, y cuando por fin miro al frente veo que en realidad no estás. Corro hacia la cama, y ésta se encuentra casi intacta y fría como un témpano. ¿Qué pasó? ¿Te has marchado? No. Lo cierto es que nunca me acompañaste. 

Por un momento siento un vacío y me pregunto cómo es posible no estar compartiendo algo tan especial contigo. La ausencia de respuesta me pone triste. Sin embargo, cuando miro hacia atrás, veo que lo que era bello entonces, sigue siéndolo... y que no debería ser desagradecida ni desaprovechar el momento. Así que vuelvo ahí fuera, tomo aire profundamente y lo expulso en forma de suspiro. Puede que físicamente no estés ahí conmigo, lo cual me entristece muchísimo, pero eso no es motivo para dejar de compartir mis sensaciones contigo. Así que echo mano a mi diario, arranco un par de hojas y me siento a escribirte una carta en la que te cuento cada detalle de lo que estoy viviendo a miles de kilómetros de ti, para que así, de alguna manera, pueda decir algún día que sí estuviste conmigo.

Cuando termino de escribirte la carta, estoy tan cansada -aún es temprano- que vuelvo a acostarme. Y cuando me despierto por segunda vez me doy cuenta, desconcertada, de que estoy en una habitación oscura y cerrada donde la ventana que hay deja pasar una luz muy tenue y demasiado familiar que nada se parece a la de hace unas horas. Y es ahí cuando descubro que en realidad estamos en casa, tú estás durmiendo como un tronco y yo... sencillamente estoy soñando.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Hembrismo, ¿mito o realidad?

Se dice que el hembrismo es justo lo contrario del machismo. Pero, ¿realmente eso existe? ¿En qué sociedades se da o en qué épocas históricas ha existido? ¿Sabemos lo que es el machismo? ¿Somos consciente de lo que supone a nivel histórico, cultural, sociológico, psicológico y estructural?

El machismo no son sólo los 3 babosos de turno que nos satirean por la calle, o el garrulo que dice que los hombres son los que mandan. El machismo es un sistema de valores y costumbres arraigados desde hace miles y miles de años que legitima la inferioridad de la mujer por el mero hecho de haber nacido mujer. Ha permitido y sigue permitiendo y aceptando socialmente (en muchos casos incluso por ley), entre otras cosas, que una mujer tenga que pedir permiso a su marido para hacer cualquier gestión, que una mujer no pueda trabajar ni tenga acceso a estudios (básicos y/o superiores), que no pueda votar, que no pueda conducir, que se le pueda pegar una paliza para aleccionarla, que se la viole si un tío necesita satisfacer sus "necesidades biológicas típicas de macho", que luego se la condene a muerte por haber sido violada, que se cosifique y esclavice sexualmente, que se prostituya y a la vez se la estigmatice por ello, que cobre menos por hacer el mismo trabajo que un hombre, que no pueda acceder a puestos de poder, que no pueda entrar en ciertos lugares por ser “impura”, que se la prive de placer sexual extirpándole el clítoris, que tenga que estar dispuesta a tener sexo siempre que su pareja quiera (o cualquier tío con el que haya sido simpática), que se la juzgue por su forma de vestir y que a la vez se la critique si no sigue los cánones de belleza establecidos (por los hombres), que se le exija ser madre o en su defecto que sea cariñosa, entregada y cuidadora incondicional, que se le diga qué hacer con su cuerpo, que se dé por hecho que ella deba ser la principal encargada de las tareas domésticas (si no la única), que se la tache de guarra y dejada si no limpia la mierda que han dejado los hombres con los que convive, que se la tache de amargada si no está siempre sonriendo y complaciente, que se la acuse de ser una amenaza y una vergüenza para las otras mujeres si no es sumisa o si expresa rabia o cualquier otra emoción que no sea delicadeza y dulzura. Y así un largo etcétera que todos conocéis de sobra.

Ahora decidme, ¿en qué momento y lugar se han dado todas estas mismas situaciones, o al menos en un 10%, pero al revés, es decir, de las mujeres hacia los hombres? ¿En qué sociedad se acepta ese abuso hacia los hombres? ¿Y qué organización política o social se ha agrupado con la intención de redactar unas leyes que permitan que se haga todo esto con los hombres? ¿Contra qué peligrosa fuerza hay que luchar para que esta atrocidad no se lleve a cabo contra los hombres? ¿En qué mundo son estas ideas una amenaza real para el futuro de los hombres? Os lo digo yo, en el mundo onírico del colectivo machista. Porque esto no es más que un miedo subconsciente que tienen algunos (y algunas).

Que haya unas pocas mujeres que desde la rabia, la indignación y la desidia hayan perdido los papeles (porque son unas histéricas... una "MUJER de verdad" nunca pierde la calma y sabe estar), y en una red social hayan puesto que "los hombres son todos unos cabrones y sin ellos estaríamos mejor", está bastante lejos de convertirse en algo parecido al sistema patriarcal que lleva años subyugándonos. Si ya la igualdad mundial (que esto del machismo no solo ocurre en vuestro barrio) sigue pareciendo una utopía, imaginaos un sistema en el que las mujeres abusaran de los hombres y se viera normal e incluso se idolatrara a la mujer como ser fuerte y poderoso.

Entiendo el escándalo y la preocupación cuando salen mensajes de mujeres con tanto odio hacia los hombres (que para esto ya había un nombre: misandria). Yo también en su día me horroricé y usé términos como "feminazi" o "hembrista". Porque yo desde que tengo uso de razón me he considerado feminista, porque por suerte mis padres me educaron en valores de igualdad, y me hablaron de feminismo como lo que siempre ha sido: un movimiento político que busca la liberación de la mujer y la igualdad de derechos para todos los seres humanos. Por eso cuando leí esas cosas también pensé cosas como "cuánto daño hacen esas mujeres al movimiento", o "esas tías son locas y no son feministas de verdad".

Con el tiempo me di cuenta de que yo, por el mero hecho de haber nacido en esta sociedad, también soy machista. Porque tod@s, en mayor o menor medida, lo somos. Y negarlo, es estar totalmente alienada. Me di cuenta de que esas noticias sobre "feminazis" no eran más que fruto de una sociedad machista cagada de miedo y que se alimenta del sensacionalismo. Las atrocidades que llevamos sufriendo día a día las mujeres están tan normalizadas (desigualdades, vejaciones, asesinatos, violaciones), que es comprensible que esas noticias de palabras de desprecio hacia los hombres hagan más ruido, y además eso les viene muy bien a los que tienen pavor por perder sus privilegios. Así, dándole más cobertura a esas noticias aisladas pero ruidosas, se desvía la atención del problema real y se perpetúa.

Y ¿cómo caí en la cuenta de tal sucia artimaña? Leyendo mucho e informándome por mí misma. Pero no leyendo memes ni posts sensacionalistas compartidos por hombres "ofendidos" por los ataques de esas mujeres -que, por cierto, nadie conoce personalmente...-, sino leyendo libros, ensayos, artículos serios escritos por mujeres que llevan en el movimiento toda su vida. Y entonces descubrí que, yo que había sido feminista toda mi vida, que había estado en formaciones políticas donde se había debatido el tema infinidad de veces, que había estado metida en foros de discusión, que había escrito manuales y notas de prensa hablando sobre feminismo, al final tenía las mismas mierdas machistas grabadas a fuego en mi cabeza. Tenía actitudes, pensamientos y palabras totalmente machistas. ¡Menudo bofetón me llevé en la cara! Yo, feminista hasta la médula, tenía que deconstruirme* y aprender de nuevo muchas cosas para entender en profundidad los cambios que como sociedad necesitamos para así erradicar de una vez el sistema patriarcal.

Así que dejé de darle bombo a esas publicaciones porque eso sólo conseguía darle más fuerza a aquellos que querían desprestigiar al movimiento feminista. Usar esos términos (inventados por hombres de extrema derecha y con una connotación condescendiente) es otra manera de perpetuar la misoginia y la actitud infantil de esos hombres que se ven amenazados cuando les hablas de feminismo. Porque, ¿cuántos hombres conocéis que reconozcan abiertamente que son machistas? ¿Cuántos de ellos admiten que deben deconstruirse para dejar a un lado esa educación machista tan arraigada? ¿Cuántos se interesan por aprender y preguntan a sus amigas o parejas para mostrar su apoyo y convertirse en aliados en la lucha por la igualdad? Pocos, muy pocos. Sin embargo, ¿cuántos hombres conocéis que cuando sacáis el tema del feminismo con lo primero que saltan es con eso de "sí, pero también hay mujeres que se pasan con el feminismo y lo llevan al extremo. Esas mujeres se creen superiores a los hombres, así que son iguales que los machistas" (como cuando se habla de racismo y alguien obvia los siglos de esclavitud y discriminación diciendo que también hay negros racistas). ¿En serio? ¿Vamos a debatir sobre algo tan grave con la retórica de los políticos del "tú más y peor"? ¿De verdad una mujer es capaz de reconocer que tiene actitudes machistas y que tiene mucho que desaprender, pero un hombre no? ¿De verdad lo más maduro que es capaz de decir un hombre es "¡yo no soy machista!, yo tengo madre, hermanas y muchas amigas y siempre he defendido a las mujeres"? ¿De verdad no somos capaces de ser más humildes y autocríticos?

Por favor, seamos realistas y objetivos, y centrémonos en el problema real y no en una supuesta rebelión androcida que jamás va a tener lugar. Si realmente os preocupan esas “hembristas” y lo que puedan ser capaces de hacer, vamos a luchar contra el machismo que es lo que las ha convertido en los horribles seres mitológicos que son.


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*Deconstrucción: ejercicio de evaluación personal en el que la persona se esfuerza por desaprender, identificar y eliminar las actitudes machistas a las que ha estado expuesta toda la vida.

domingo, 4 de noviembre de 2018

¡Eureka!

"[...]Me metí en lo más hondo
por ver si, al fin, estabas.
[...]Y nadie me hizo señas[...]
nadie me dijo[...]
Que a ti se te encontraba
en las cimas del beso
sin duda y sin mañana."

¿Cuántos de nosotros nos mostramos tal y como somos? ¿Quiénes de nosotros nos atrevemos a dejarnos encontrar por los demás?

Cuando hoy en día todo es tan rápido como hacerse un perfil en una aplicación para "conocer" gente (bonito eufemismo para en muchos casos tener sexo vacío; puede que placentero -sí-, pero insignificante), cuando todo es tan inminente y urgente, irremediablemente nos volvemos perezosos, se nos escapa el interés y a fin de cuentas se pierde la esencia de lo que supone descubrir realmente a una persona. Pero, ¿es en realidad la inmediatez y la fácil accesibilidad lo que nos hace volvernos frívolos y despreocupados? O ¿es quizá el miedo a despojarnos de nuestra armadura ante alguien lo que nos bloquea? Yo opto más por lo segundo.

Desnudarnos en cuerpo y alma conlleva un riesgo: el riesgo de que conozcan el más mínimo detalle de quiénes somos realmente. Profundizar con alguien supone que esa persona descubra todas las sutilezas de nuestro ser. Y ¿cuál es el problema de ello? Pues que podemos descubrir cosas que no nos gustan, que no esperábamos, que nos desconciertan, que nos sacan de quicio, que nos decepcionan y que incluso nos hacen dudar de todo cuanto sentíamos y creíamos tener seguro. Y eso en la mayoría de los casos se traduce en gente que se espanta y sale corriendo. Conocer demasiado a menudo hace que las conexiones se rompan porque no todos están dispuestos a aceptar lo bueno y, sobre todo, lo malo de alguien. Es muy difícil aceptar y amar a alguien incondicionalmente, con sus luces y sus sombras. Se ha de ser muy valiente para aceptar ese reto con decisión y disfrutar de la experiencia. Vivimos en una sociedad donde desechamos enseguida aquello que a la mínima empieza a fallar o a chirriarnos. No nos tomamos molestias en indagar, observar con los cinco sentidos y comprender las partes "oscuras" de una persona. Es más fácil hacerlo todo breve, instantáneo, temporal... hacer que algo dure sólo el tiempo que no nos suponga ningún esfuerzo.

Sin embargo, hay veces (en un pequeñísimo porcentaje), en que cuando alguien llega a conocer esas sutilezas, esos pequeños matices de nuestra personalidad, esa persona en lugar de horrorizarse, se fascina y unas ganas inmensas de permanecer ahí descubriendo más se apoderan de ella. Y entonces uno se vuelve adicto a la información, necesita saber más, preguntar y obtener más respuestas... aún cuando esas respuestas no son de su agrado o compartidas.

Una vez se han roto las barreras y asumimos el riesgo, las emociones empiezan a derramarse sin control, cual lava de volcán. Se desbordan sin mesura y rebosan por cada una de los poros de la piel. Y es entonces cuando la mayor parte del miedo desaparece y se empieza a experimentar una confianza reconfortante y motivadora. Y es ahí cuando uno desea y ansía más de todo porque descubre que cuando deja de pensar y simplemente se dedica a dejar fluir esas sensaciones, nada importa tanto. Se da cuenta de que nada tiene tanto peso como para estropear algo tan puro. Y aun cuando por fugaces instantes la incertidumbre y la duda le invaden, una voz pequeñita pero imponente dice interiormente “Y si lo hubiera, ¿qué más da? Disfruta mientras dure”. No es que a una le traiga sin cuidado que algo tan bello se acabe, más bien quiere que dure eternamente (y en el fondo, pase lo que pase lo hará)... sólo que le preocupa más que el presente sea merecedor de ese futuro tan prometedor con el que se ilusiona, fantasea y sueña despierta y dormida a todas horas.

Y cuando ya te has bañado a gusto en la piscina que tanto respeto te imponía al principio, acabas aprendiendo que para llegar a esa persona (y que esa persona llegue a ti) tan sólo había que buscarla a través del beso, como dice el poema, “en el vértice puro de la alegría alta, multiplicando júbilos por júbilos, por risas, por placeres”.  Es decir, dejando a un lado el temor a repetir errores, la inseguridad de no saber si seremos correspondidos, la desconfianza hacia lo nuevo, la ansiedad por posibles decepciones y la pena por los traumas pasados.



Fue así, pues, como encontré belleza, puro amor y placer en la naturalidad, en la espontaneidad, en la simplicidad, en la imperfección, en lo cotidiano, en la sencillez y hasta en el desacuerdo. Permitiéndome erupcionar y disfrutando de cada minúsculo momento de la experiencia.