It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

jueves, 29 de agosto de 2019

Ilusiones

¿Qué sería de nosotros sin los sueños, las metas y las ilusiones? Muchos afirmarán que tener sueños no sirve de nada si no eres una persona con "suerte", o que son una pérdida de tiempo y que hay tener los pies en la tierra, ser realista y vivir el día a día que nos "ha tocado" vivir. Estoy de acuerdo en que hay que vivir en el aquí y en el ahora, pero lo cierto es que esas ilusiones que tenemos son sin duda el motor de nuestra existencia y es gracias a esas ensoñaciones por las que nuestra realidad se convierte en la que es.

Digan lo que digan, nosotros creamos nuestra realidad. Eso es lo que yo pienso. No hay suerte, azar, ni destino que valga. Todo lo que ocurre ha sido forjado por nuestros pensamientos, nuestros sueños y nuestros actos. Puede que todo esto suene muy místico (y quizá haya algo de ello teniendo en cuenta que, según la RAE, místico es aquello que incluye misterio o que trata de la vida espiritual y contemplativa), pero la verdad es que a mí me parece de una lógica aplastante. Si sueñas con algo, luchas por conseguirlo. Si haces todo lo posible por acercarte a ese propósito, al final conseguirás encaminar tus acciones hacia esa meta, y cuantos más pasos des en esa dirección, más rápido llegarás a tu destino. [OJO. Todo expresado en la primera condicional: oración que describe un hecho bastante probable]. Fácil.

Todos tenemos sueños, y el que dice que no los tiene, en realidad los está reprimiendo o aún no ha aprendido a creer en las múltiples posibilidades que ofrece el mundo y la vida. Yo tengo un sueño, o mejor dicho, tengo varios. Algunos más abstractos, otros más específicos. Algunos perduran en el tiempo, otros se van subiendo al carro sobre la marcha. Y, como ya he dicho antes, para mí los sueños son un motor, pues me ayudan a vivir la vida más intensamente y me permiten, no sólo disfrutar del momento presente, sino también ilusionarme por lo que está por venir. Mirar el calendario y ver tantos días por delante y pensar "¿Qué pasará mañana? ¿Y pasado?" O mejor dicho, "¿Qué quiero que pase?"

El que me conozca, ya sea mucho o poco, sabe bien cuál es mi pasión: VIAJAR. Por tanto, como es obvio pensar, algunos de mis sueños tienen que ver con recorrer lugares insólitos de este increíble planeta. Quiero dar la vuelta al mundo y visitar cada país que existe. Lo vuelvo a repetir pero a modo de afirmación, por si así cobrara más fuerza y se hiciera realidad. Voy a dar la vuelta al mundo y visitar cada país que existe. Lo podría decir más alto (de poder usar mi voz por este medio), pero no más claro. Sé que unos pocos me entienden, muchos creerán que es una locura, y algún que otro debe estar ya harto y aburrido de escucharme hablar de esta debilidad mía por coger una maleta y perderme...

Tengo ya en mente varios destinos y mi cabecita loca elucubra sobre ello a menudo. Imagino los países que visitaré, la época del año que elegiré, las personas que conoceré y que me acompañarán en mi travesía, los buenos momentos que viviré, también los contratiempos que tanta adrenalina me proporcionan, los instantes que dedicaré a escribir en mi diario, las fotografías que tomaré de los paisajes que tendré el placer de contemplar, las cartas que escribiré a aquellos con los que -desgraciadamente- no tendré la oportunidad de compartir la experiencia en primera persona, y también las postales que me llevaré de recuerdo a casa. Lo veo todo difuminado como si de una película mal sintonizada se tratase. 

¡Pero hoy no me centraré en viajar! Eso merece una entrada propia y hasta varios capítulos. Si me he sentado aquí (sin saber que fuera a salir todo esto de mis dedos), era para hablar de la importancia de ilusionarse por el devenir. Quiero dejar claro que tener ilusiones no debe ser sinónimo de vivir en un tiempo que no existe ni obsesionarse con lo que aún no ha pasado, es decir, con el futuro. Más bien se trata de tener fechas inconcretas marcadas en el calendario con aquellas cosas que nos gustaría lograr, y vivir el PRESENTE de acuerdo a lo que conseguir esos objetivos nos haría sentir, para así motivarnos a hacer realidad esas sensaciones. Pero, ¡cuidado con las expectativas! Se trata de imaginarse "superficialmente" lo que queremos pero dejando lugar al factor sorpresa. Ay, ¡qué emocionante es la incertidumbre! Confiar en que algo ocurrirá pero no saber cómo, cuándo, ni dónde. ¿No os parece fascinante?

Como digo, tengo muchos sueños que cumplir, pero en general no me gusta hablar mucho de ellos porque soy un poco reservada con mis deseos más íntimos y personales. Me gusta fantasear sobre ello yo sola para evitar que la gente opine demasiado sin tener por qué o escuchar comentarios desalentadores o de mofa (sí, hay a quien le gusta hacer estas cosas). Disfruto más planearlos en secreto y luego dar la noticia a los demás sin demasiadas explicaciones (como hice cuando me fui a EE. UU.). Así cuando se cumple el plan me siento -no sé por qué- más orgullosa de mí misma, por haberlo hecho todo yo sola. El "problema" es cuando alguna de esas ilusiones implica a otra persona... en ese caso el secretismo no ayuda. Así que no queda otra que abrirse y lanzarse a planteárselo.

Sea como sea, ya tengáis una ilusión individual o que queráis compartir con otra persona, no dejéis nunca de vivir por y para convertirla en un hecho. Si queréis hacer algo, no esperéis a que "la suerte os sonría", ni a que los "planetas se alineen", ni a que los demás te propongan la idea o te sirvan todo en bandeja. ¡Aventúrate! Y si tienes que llevar a cabo tu plan de vida en solitario, que así sea. Que nada ni nadie te frene. Que no llegue el día en que te arrepientas por no haberlo ni tan siquiera intentado. Nada hay más reconfortante y satisfactorio que saber que hiciste todo lo que pudiste por alcanzar esa meta. 


domingo, 18 de agosto de 2019

Inconformista crónica

La gente que me conoce sabe que soy muy crítica e inconformista. No suelo callarme las cosas y tengo opiniones bastante rígidas respecto a ciertos temas, y algunos me consideran tajante, extremista e intransigente. Y sí, muy probablemente estén en lo cierto.

Soy una persona que suele mostrar abiertamente su descontento siempre que tiene ocasión. Y sí, reconozco que soy muy crítica con la especie humana en general y muy exigente con la gente que me rodea. Estas características de mí pueden verse de tal manera que se me considere una persona negativa o pesimista, antisocial o, en el peor de los casos, amargada. Pero lo cierto es que me considero una persona bastante optimista y positiva.

Yo soy muy de reflexionar mucho sobre mí misma y mi alrededor y darle muchas vueltas a todo, analizando cada detalle y sacando conclusiones para aprender algo que me sea útil en mi crecimiento personal. Pero soy humana, y me equivoco (mucho). Y a veces en vez de crecer me ofusco, me agobio y no me entiendo ni yo.

El otro día mientras pensaba en cómo se me podría ver desde fuera (con esa imagen aparente de persona dura y tajante), llegué a la conclusión de que sólo se puede ser crítico si se tiene la esperanza y la seguridad de que ese algo que criticas puede mejorar. Así que viéndolo así, puedo decir que soy una persona muy positiva. Como ejemplo se me vienen a la cabeza varias situaciones. Pensad en vuestros padres o en aquellos profesores que creían en vosotros y os daban caña y os hacían crítica con el fin de que os esforzarais para conseguir ser la mejor versión de vosotros mismos.
No es que mi intención sea criticar a la gente y decirle lo que no me gusta de ellos para que cambien y sean como yo creo que deberían ser. Lo que quiero decir es que si alguna vez me indigno con la sociedad o los seres humanos es porque creo que pueden ser mucho mejores (todos podemos siempre aspirar a más), y me frustra que la gente no crea en sus capacidades y en el poder que tienen.

A menudo oigo a gente quejarse por cómo está la vida, pero pocas veces oigo que hagan autocrítica o miren cómo pueden cambiar su realidad. Siempre lo achacan a algo externo, y lo peor de todo, usando eso como excusa, afirman que ellos nada pueden hacer por cambiar el mundo, que no son nadie. ¡¿Y luego soy yo la pesimista?! Ay, cómo me gustaría que la gente creyera en sí misma y confiara en el poder de mejorar su situación y, por efecto dominó, la de su entorno.

Esto me lleva a pensar que las personas complacientes y conformistas, las personas que no expresan su descontento, que no son autocríticos constructivos, son personas que en realidad tienen cero fe en la especie humana. Simplemente se limitan a sobrevivir y a esperar a que todo pase. Porque cuando uno cree que algo puede ser diferente, ¿acaso no intenta hacerlo ver a los demás de alguna manera, ya sea diciéndolo, cambiando su actitud o sirviendo de ejemplo?

Los inconformistas estamos mal vistos en la sociedad. Tenemos fama de criticones, de soberbios, de rebeldes, de irreverentes, de maleducados, de intransigentes, de intolerantes, de antisistema...Yo seré todo eso, y criticaré al ser humano más que nadie, pero soy feliz. Puede que vaya a contracorriente y me pase ciertas normas sociales por el arco del triunfo, pero vivo como quiero y tengo una vida "perfecta". No puedo quejarme por nada en mi vida. Disfruto con donde vivo, me fascino con lo que experimento y aprendo cada día, trabajo donde quiero, crezco cada día con la gente que me rodea y todo -no por suerte, sino por mi actitud- me ha venido siempre rodado.

Si fuera una amargada de la vida o viera la vida con pesimismo, todo eso no sería posible y sería miserable. Repito. Sí, critico, y la gente me saca de quicio con muchos de sus actos, pero me encanta que esas diferencias me hagan pensar y me ayuden a ver qué es lo que no quiero en mi vida y qué debo hacer YO para modificar MI realidad. 

(in)Versos matinales

Tengo el alma nublada por un sentimiento precoz.
Cuanto más me acerco, más lejos estoy.
El tiempo se acelera, y con él las nubes se deforman con prisa.
La nitidez se difumina, y yo empiezo a ver borroso.
Pero entre la maraña de recuerdos logro vislumbrar una cerradura
a través de la cual miro y solo veo oscuridad... y estrellas.
Sueño con escurrirme a través de ella y caer boca abajo hacia el País de las Maravillas.
Y entonces ocurre.Mi mundo se pone del revés y lo que antes se apresuraba, ahora se ralentiza.
Todo cae. Todo es empujado hacia una fuerza imperiosa pero benevolente.
Mi cuerpo tira, pero mi alma me impulsa hacia la superficie.
Y nado.
Nado con todas mis fuerzas apartando con mis brazos todos los momentos que,fugaces, pasan por mi lado, ignorándome.
Pasados, presentes y futuros.
Todos entremezclados, como en una película mal montada.
Como si paseara por un bosque donde el follaje otoñal
no fuera más que un puñado de fotogramas dispersos, desordenados.

Y los pisoteo. Con fuerza. Con ganas. Con rabia.
¿Por qué es esta mi vida? Me pregunto.
Pero, ¿lo hago con desprecio o con gratitud?

sábado, 3 de agosto de 2019

Ambivalente

Tengo una confesión...

Soy misántropa.

Para el que no sepa lo que significa la palabra diré que viene del griego clásico: μίσω (miso): «yo odio», y άνθρωπος (anthropos): «ser humano».

No lo puedo evitar. Siento aversión hacia el ser humano, y el trato con las personas a veces se me hace muy difícil de llevar. La idea de pasar tiempo con personas aleatorias a menudo me incomoda por el simple hecho de imaginarme lo que esas personas puedan llegar a decir, hacer o pensar. En la mayoría de los casos creo que no me van a caer bien o no voy a sentir que encajo con ninguna de ellas. En el momento en el que me veo rodeada de gente, no puedo evitar callarme, meterme en mi mundo y observar.

Hay ocasiones en las que me irrita casi todo lo que hacen las personas. Me molesta cuando hablan de banalidades, cuando ríen falsamente, cuando hacen lo que "deben", cuando actúan como se espera de ellas, cuando se quejan por tonterías superficiales, cuando se muestran indiferentes ante las injusticias, cuando finjen que algo les gusta, cómo saludan y cómo se despiden (en España sobre todo), cuando dicen que te llamarán (y no lo hacen), cuando opinan sin saber, cuando repiten frases por inercia sin analizarlas, cuando no prestan atención a su alrededor, cuando no escuchan, cuando no aprecian lo que tienen, cuando se conforman con lo que hay, cuando no dicen lo que verdaderamente piensan, cuando son bienquedas, cuando responden de forma robótica a la pregunta "¿qué tal?", y así un largo etcétera. Por no mencionar lo mucho que me repugna lo destructivas que pueden llegar a ser algunas personas y las atrocidades que son capaces de cometer.
La cosa es que en lo más profundo de mi alma, esa misantropía se entremezcla con un sentimiento de curiosidad, fascinación e incluso amor hacia la humanidad, así como concepto abstracto.
Curiosa y extrañamente contrario a lo que dije previamente, a veces, me encanta verme sola rodeada de personas desconocidas con las que parece que no hay más remedio que comunicarse. Me alegra el día que alguien se me acerque y me pregunte algo con la intención de conocer algo de mí desde el más sincero interés. Me sorprende gratamente descubrir que tengo un lado paciente y comprensivo con las personas. Me encanta descubrir que tengo cosas en común con ellas (sorprendentemente, a veces, suelen ser muchas), pero también hablar de todas las cosas que nos diferencian y que tanto chocan pero que no impiden que podamos seguir hablando con respeto y hasta admiración.  Me encanta sentir esa "torta en toda la cara" cuando conecto o encajo con alguien que previa y prejuiciosamente no soportaba. Me encanta pensar por dentro "pues fíjate, me equivocaba y ahora tengo que tragarme mis palabras".
Me puedo pasar horas escuchando o leyendo a personas hablar de sus experiencias en la vida, sus sentimientos, aprendizajes y reflexiones. Me encanta cuando desde la más profunda honestidad (e incorrección política si fuera necesario) alguien se expresa abiertamente. Me fascina ver cómo la gente emprende aventuras en solitario sin importarle lo que los demás piensen. Me encanta la valentía de las personas que se atreven a ser ellas mismas. Me inspira ver a las personas unirse y luchar por aquello en lo que creen. Me deleito con las obras de arte y maravillas que algunas personas son capaces de crear, construir o aportar a la comunidad. Admiro enormemente a las personas inteligentes, organizadas en sus ideas y capaces de comunicarlas eficientemente. Me encanta cruzarme con personas desconocidas y que con pura y espontánea complicidad nos sonriamos. Me encanta subirme a un tren o un autobús e imaginar de dónde vienen y a dónde van las personas con las que comparto el mismo espacio durante horas. Disfruto mucho escuchando a las personas hablar de cosas cotidianas con total sencillez y desparpajo, haciendo de algo simple algo trascendental. Me enternece ver la complicidad y la sinceridad que se respira entre personas que se conocen y quieren profundamente.
¿Es esto posible? ¿Estaré más loca de lo que pensaba? ¿Se puede sentir amor y odio en la misma medida hacia la misma cosa?
Por suerte, mi incoherencia tiene nombre. O eso dicen las personas expertas en psicología:


En psicoanálisis, el concepto de ambivalencia (introducido por Bleuler en 1911) se refiere a una subrayada actitud emocional en la cual coexisten los impulsos contradictorios (usualmente el amor y el odio) que derivan de una fuente común y por lo tanto considerados como interdependientes. 

Pues nada, ya me quedo más tranquila.