It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

lunes, 24 de febrero de 2020

Vida Vegana

A menudo la gente asocia la palabra vegano con una alimentación libre de productos animales, en el mejor de los casos, o con una dieta basada en lechuga, en el caso de aquellos más ignorantes. Pero el veganismo no es ni mucho menos una dieta o una moda, como algunos se aventuran a decir ahora. El veganismo es una filosofía y un estilo de vida que abarca todos los aspectos de la vida de una persona.

El veganismo busca evitar a toda costa el sufrimiento animal y garantizar en la medida de lo posible el bienestar animal dentro de esta voraz sociedad de consumo. Las personas que practican esta filosofía de vida son conscientes de que, a día de hoy, es prácticamente imposible causar 0 daño a los animales, pero tienen la intención al menos y hacen sus mayores esfuerzos por ser lo más coherentes posibles con sus principios de amor, respeto y compasión por todos los seres sintientes. 

Las personas veganas no son perfectas ni pretenden serlo, sólo tratan de ser responsables y tomar las medidas necesarias para contribuir lo menos posible a la masacre animal que tiene lugar hoy en día en nuestro planeta. No es que praticar el veganismo te convierta en un ser iluminado superior a los demás, pero sí que, desde luego, te convierte en una persona más consciente y responsable que la media. Y esto es innegable: su impacto en el planeta es mucho menor que el de una persona no vegana. Llevar una vida vegana no es formar parte de una secta radical y extremista, es tomar una actitud política a través de nuestros actos y, sobre todo, modo de consumo. 

Dicen que somos lo que comemos, pero también somos la ropa que llevamos, los cosméticos que nos aplicamos, los productos de higiene que utilizamos... Todo, absolutamente todo lo que consumimos tiene un impacto en nuestras vidas, en el planeta y en la vida de los demás seres. Por eso ser una persona vegana no es tener una dieta restrictiva, es llevar una vida con elecciones conscientes, responsables y respetuosas. 

Dar el paso no es fácil al principio, la verdad sea dicha. Cambiar nuestros hábitos de consumo, y nuestra forma de relacionarnos con el mundo por una manera de vivir que, no sólo es totalmente opuesta a la opción predomintante, sino que además cuestiona constantemente al status quo, puede causar muchas miradas de rechazo y burla por parte de tu entorno. Pero no sólo cambia la forma en la que los demás te ven, lo más impactante es como tú comienzas a ver el mundo con otros ojos. Es como quitarse una gran venda de los ojos y ver las cosas como realmente son. Es duro, muy duro. Pero luego te das cuenta de que enfadándote con el mundo y quedándote de brazos cruzados, no va a cambiar la realidad. 

Practicar el veganismo no es, pues, exclusivamente una opción alimentaria, sino que es una postura política. Es plantarle cara a la industria ganadera, la más contaminante del planeta. Es decir no a la experimentación animal que lleva a cabo la industria de la cosmética (entre otras). Es optar por prendas más sostenibles y respetuosas con el planeta y sus seres sintientes. Es poner en práctica esa humanidad y capacidad de raciocinio de la que a menudo alardeamos y utilizamos para declararnos superiores a otros seres vivos. 

Puede que dar el paso hacia el veganismo sea muy radical, y lo es, porque supone ir a la raíz del problema y erradicarlo, y a la mayoría le gustan las medidas más moderadas e intermedias que no supongan tanto esfuerzo y sacrificio. Y es comprensible, nos han educado en el conformismo y en el confort (ambas palabras con la misma raíz). Por ello, existen medidas intermedias que ayudan más que no hacer absolutamente nada:

- Empieza por los lunes sin carne para gradualmente reducir el consumo semanal de carne (el pescado también es carne). Y aumenta tu consumo de verduras frescas y cocinadas.
- Añade variedad y desarrolla tu creatividad en la cocina. Prueba recetas nuevas sustituyendo los productos animales por otros de origen vegetal: 
              carne > legumbres, tofu, seitán, heura, tempeh
              lácteos > bebidas vegetales, "quesos" veganos, yogures de soja, etc
              miel > sirope de agave, sirope de dátiles
- Reemplaza los productos de higiene y cosmética por su versión vegana y cruelty free. Hoy en día en todos los supermercados (Carrefour es un templo) es fácil encontrar desodorante, champú, gel, jabones, hidratantes, maquillaje y otros que no han sido testado en animales ni contienen nada de origen animal. Simplemente busca el símbolo del conejito o el sello de certificado Vegan.
- Cambia las prendas y zapatos de piel por materiales sintéticos. Y si compras piel que sea de segunda mano, así no estarás demandando este tipo de productos, pero por lo menos alargas la vida útil de ese producto que ya fue creado.
- Visita restaurantes veganos de tu ciudad para fomentar este estilo de vida. Te sorprenderá la cantidad de cosas que pueden hacerse con vegetales, legumbres, semillas, cereales, frutos... ¡No sólo de lechuga vive el ser vegano!

Y para más información de calidad y con base científica, te invito a echarle un vistazo a estos libros:

Y tú, ¿haces ya la conexión?


domingo, 9 de febrero de 2020

Una habitación propia

Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si desea escribir ficción.

Virginia Woolf lo tenía claro. Una mujer precisaba de independencia económica y de su propio espacio para tener libertad creativa. Por suerte, en nuestra sociedad. ya no vivimos en la época en la que una mujer dependía de su marido económicamente y en la que no tenía derecho a tener su propio espacio. ¡Qué duro tuvo que ser vivir en aquellos tiempos siendo mujer (como lo sigue siendo en otras partes del mundo)! Y aún así, muchas de ellas encontraron la manera para desarrollar y expresar su arte (Jane Austen o las hermanas Brontë, entre otras). 

Puede que a día de hoy las mujeres no tengamos que mendigar para tener un lugar propio donde hacer lo que nos plazca, pero sí que seguimos necesitando, al igual que los hombres, disponer de ese espacio donde poder estar a solas y ser nosotras mismas.

Hace poco les proponía a mis alumnos hablar en clase sobre la importancia del espacio personal, y llegamos a las conclusiones que cualquier otra persona hubiera llegado. Necesitamos un lugar donde poder almacenar nuestros objetos personales, desconectar y estar a solas,  hacer aquello que nos dé la gana... en fin, lo normal. La cuestión es que a veces, a pesar de tener ese espacio físico, no nos permitimos entregarnos a él para darle el uso apropiado. A menudo pensamos que tener una habitación propia es tener un dormitorio donde guardar nuestra ropa y dormir. Pero la cosa va mucho más allá.

A lo que yo me refiero no es a aquello a lo que llamamos "mi habitación". De lo que yo vengo a hablar es de ese lugar donde creamos nuestro pequeño universo. Este puede ser nuestro sofá o sillón,  la oficina, el balcón, la cocina, el garaje, el jardín... en definitiva, cualquier lugar donde nos sintamos cómodas y seguras a nivel emocional. Cuando hablo de la "habitación propia" sobre la que Virginia escribió su ensayo, me refiero a ese espacio donde me siento liberada y empoderada por poder llevar a cabo mi pasión (mi ikigai), que en mi caso es escribir.

Si tu pasión es cocinar y esta actividad es la que te ayuda a conectar contigo misma, a inspirarte, a crear, a desarrollar tus habilidades, entonces tu "habitación propia" probablemente sea la cocina. Y sí, todas tenemos una cocina en casa, pero no todas tenemos acceso a ella o nos permitimos tener ese momento a solas con nosotras mismas para encerrarnos en ella y dar rienda suelta a nuestra imaginación. Y, ¡ay, qué importante es tener ese espacio propio!

Hace 10 años que me independicé, y creo que ahora, después de haber vivido en varios sitios, por primera vez en todo este tiempo, puedo decir que al fin tengo mi habitación propia. Y en realidad no es una habitación en sí, sino mi escritorio. Llevaba años pensando que no estaba viviendo una de mis pasiones -escribir- al 100%, y lo achacaba a la falta de tiempo, a la vida ajetreada de trabajadora, a la pereza, a la falta de inspiración... ¡Qué equivocada estaba! ¿Cómo no me había dado cuenta de que llevaba 10 años viviendo sin tener ese espacio donde construir mi universo? Con razón faltaba orden y claridad mental en mi vida, ¡es que no disponía de ese lugar!

Por suerte, a día de hoy y gracias a tres libros que me han marcado de por vida (Libera tu magia, de Elizabeth Gilbert, El camino del artista, de Julia Cameron, y El método ikigai, de Frances y Héctor), puedo decir que si no estamos siendo creativas en nuestra vida, no es porque no tengamos talento o no nos "ilumine" la inspiración, es porque no hacemos por tener ese espacio (físico y temporal) propio, es porque no nos obligamos a ser disciplinadas, es porque no insistimos en hacer aquello que nos apasiona. Si te gusta -o gustaría- pintar pero crees que lo haces mal, coge ahora mismo papel y pintura, busca un lugar donde te sientas cómoda (física y emocionalmente) y, simplemente, PINTA. 

¡Libera tu magia! Sin importar el resultado. Imponte el hábito de hacerlo a diario, practica y repite día tras día. Que no te importe lo que opinen los demás. No creas para los demás, creas por y para ti.