It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

martes, 18 de agosto de 2015

Redes Asociales

¿Qué coño nos pasa? ¿Cómo nos estamos dejando manipular tanto? La sociedad, los medios y todas las gilipolleces que hemos creado las personas nos tienen totalmente atontados, desnaturalizados y alejados de nuestros instintos primarios. Nos hemos olvidado por completo de la esencia de la vida, de lo que nos hace ser especiales. Hemos dejado la humanidad de lado y abandonado por completo el verdadero significado de la vida: el amor. Hemos caído como tontos ante los embrujos de un mundo virtual, superficial y carente de sentimientos. Un mundo en el que todo acaba con un clic. Un mundo en el que todo dura lo que nuestros dedos quieran que dure. Un mundo en el que nos escondemos porque cuando algo no nos gusta o no nos conviene nos minimizamos. 

Huimos de la verdadera vida, de la única realidad palpable por miedo a ser nosotros mismos, a ser libres. Y todo esto se ha acentuado con la aparición de las redes sociales. Algo que puede pasar de ser útil a ser una condena. Miro a mi alrededor y sólo veo cabezas gachas que ignoran totalmente las maravillas que les rodean. Vivimos pegados a una pantalla que nos muestra todo cuanto queremos, esperando siempre algo y dejando la vida pasar. Nos hemos convertido en una sociedad mimada y dependiente de lo fácil. Esa facilidad de acceder a todo cuanto hay en el mundo nos ha hecho no querer saber nada del mundo. Hoy en día ya no hay nada que no podamos hacer a través de la tecnología: hacemos gestiones bancarias, hacemos nuestros deberes, hacemos cursos online, hacemos la compra, vemos conciertos, escuchamos música, conversamos, discutimos, rompemos, ¡hasta nos enamoramos y follamos por Internet! 

¿De verdad una pantalla puede importarnos más que compartir momentos con las personas que queremos? ¿De verdad una foto es más bonita que aquello que tenemos delante y que podemos tocar, besar, oler y oír? ¿De verdad preferimos renunciar al cariño, al afecto y la admiración de la cercanía y la cambiamos por la frialdad de la lejanía y el espacio entre nuestros cuerpos? ¿Tan vacíos estamos? ¿Tan amargados estamos que sólo queremos mostrar nuestro mejor perfil? Un perfil de Facebook, de Whatsapp, de Twitter o de lo que sea que no es más que una farsa, una fachada inventada, una careta que sólo muestra lo que en realidad nos gustaría ser, o peor aún, lo que queremos que los demás crean de nosotros. Estamos muy confundidos. Eso que vemos en las redes sociales no somos nosotros, ni nuestros amigos. Son sólo un cúmulo de imágenes y enlaces que nos llevan a los personajes que hemos creado para evadirnos del mundo.

¡Cómo podemos despreciar tanto el mundo que tenemos a nuestro alcance! ¡Cómo podemos limitarnos a soñar virtualmente! ¡Cómo podemos permitirnos que la vida pase sin pena ni gloria sólo por tener unos momentitos de éxito entre nuestros contactos, sólo por alimentar nuestro ego con unos cuantos "me gusta" de personas que muchas veces ni nos molestamos en conocer o ni nos importan!

La vida está ahí fuera, y es mucho más fascinante que todo lo que ocurre en las redes sociales. Compartir es mucho más que hacer clic en un botón y hacer público algo que he visto o hecho. Compartir es estar presente en el mundo, es estar al lado de las personas que quieres, es querer experimentar las cosas en compañía, es sentir la complicidad de una mirada o un gesto. Vale que no todos nuestros amigos están en nuestra misma ciudad, vale que las redes sociales son una herramienta que bien usada puede ser genial para no perder el contacto con aquellas personas que viven lejos... Pero venga, hagamos un esfuerzo y acerquémonos a esas personas. Llamémoslas e invitémolas a hacer algo juntos, visitémoslas allá donde estén, acerquémonos de una forma más tangible y menos abstracta, hagamos todo lo posible por mirarles a los ojos y sonreírles, o ¡llorarles si es necesario! Pero por favor, dejemos de ser tan impersonales, despeguémonos de las pantallas y creemos nuestra realidad en el día a día, mano a mano con nuestro entorno, sin abusar de lo que hace unos años ni siquiera existía. Volvamos a los inicios, cuando éramos personas de carne y hueso, cuando éramos valientes y afrontábamos la vida sin escudos, sin pantallas, sin teclados ni emoticonos que hablaban por nosotros. Vivámonos de verdad. Amémonos sea cual sea nuestro estado de Facebook.

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