It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

domingo, 21 de julio de 2019

Bilingüe

Una lengua o idioma no es sólo un conjuntos de signos que sirven para transmitir mensajes, sino que es también una forma de ver el mundo, de ordenar las ideas y de ser.

Yo nací con el castellano como lengua materna y ésta es la que más me representa y con la que mejor me identifico. Es la que me acompaña en mis pensamientos la mayoría del tiempo y la que pone voz y forma escrita a mis ideas. Es con la que me expreso cuando estoy feliz, cuando me enfado, cuando me excito, cuando necesito desahogarme.

Pero, además, tengo la gran suerte de hablar otro idioma: el inglés. El inglés ha formado parte de mí desde hace tantos años que lo siento casi tan mío como mi primera lengua. Al inglés le debo mucho. No sólo el pan que cada día me llevo a la boca, sino cosas muchos más profundas e importantes. 

El inglés fue mi mejor amigo en aquellos años en los que hablar con otras personas suponía un reto y casi una tortura. Este idioma me dio la confianza y le puso voz a todas las cosas que estaba deseando comunicar en mi adolescencia. El inglés me permitía ser una Alba más lanzada, más atrevida, más segura, menos tímida. Cuando era incapaz de relacionarme con mis semejantes, el inglés me rescataba y me sacaba a la "pista de baile" y me invitaba a soltarme la melena. Me decía que no había nada de lo que avergonzarse, que yo era capaz de todo.

Me sentía bien cuando hablaba en inglés. Me sentía cómoda y relajada. Tanto que era capaz de decir cosas que de otra manera jamás hubiera hecho. Me enseñó a conectar con la gente, incluso con aquella a la que nunca había conocido. Me transportó a otros lugares. Me ayudó a entender otras culturas, otros mundos, otras mentes, otras formas de ver la vida y de sentir.

A través del arte, como la música o el cine, por ejemplo, me dio la oportunindad de experimentar nuevas sensaciones. Gracias a él fui capaz de disfrutar verdaderas obras de arte: libros, películas, canciones... Me dio alas y ganas de volar. Viajar era pan comido en compañía de mi gran aliado el inglés. Me moría de ganas por hacer tantas preguntas a todas esas personas que no hablaban mi mismo idioma. Sabía que el inglés haría de puente o conexión entre esas personas y yo. El inglés me abriría todas las puertas y ventanas al mundo. ¡Qué emocionante! Me ayudaría a hacer amigos en todos los rincones del planeta. ¿Acaso había algo más increíble que eso?

El inglés, además, me guió el camino hacia mi destino laboral. Fue definitivo a la hora de elegir aquello a lo que me dedicaría la mayor parte del tiempo. Gracias a mi trabajo he podido conocer a personas increíbles a las que he tenido el placer de enseñar las entrañas de este idioma. Sirviéndome de su gramática he llegado a compartir muchas horas con personas inteligentes, interesantes, divertidas, generosas, entusiastas y dedicadas que me han aportado muchísimo como ser humano.

A día de hoy siento que le debo tanto al inglés que me veo casi en la obligación de transmitir esta pasión que siento a mis alumnos y alumnas. Si consigo que disfruten tan sólo un 10% de esta lengua me daré por satisfecha. Porque el inglés es parte de mí, parte de quien soy como persona. Sin él, no sería quien soy hoy.

Hablar dos idiomas me permite ser una persona con más puntos de vista, con una mente más abierta. Me permite comportarme de dos maneras diferentes siendo ambas totalmente fiel a mi esencia única. Me ofrece más herramientas a la hora de presentarme al mundo y de comprenderlo. Me da más opciones a la hora de elegir cómo expresarme, cómo pensar y cómo sentir. Y, sobre todo, me ayuda a derribar barreras y estrechar espacios entre los demás y yo.  En definitiva, me acerca a mi parte más humana.

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