It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Amarga navidad

Si hay una época del año extremadamente desconsiderada e irrespetuosa con el planeta, las personas y los animales, esa es sin duda la navidad. Así con minúsculas, porque no se merece más. Y como ya bastante navidad tenemos por todas partes en este mes de diciembre y la semana que viene la tendremos hasta en la sopa (la de mariscos que todo el mundo se estará comiendo a pesar de no poder permitírselo), quería hacer mi pequeña reflexión sobre estas fechas ahora, para no tener que dedicarle ni un minuto de atención en los días en los que nadie hablará de otra cosa.

Como cada año, me queda soportar caras de asombro y medio indignación de la gente cuando me oye decir que no soporto la navidad, como si fuera impensable que alguien pudiera sentir rechazo por esta festividad. Y lo cierto es que la navidad se ha convertido en un tema tabú, intocable, sagrado, al que no se le puede mencionar de forma crítica ni negativa. Podemos hablar de política y criticar a sus representantes, podemos hasta debatir sobre religión y recriminar a sus dirigentes, pero la navidad no. La navidad es un ente precioso digno de alabar y adorar. ¡Es tan bonita la magia de la navidad! Joder, qué bien se lo ha montado el capitalismo para que hasta los más ateos y antisistema acaben celebrando con orgullo e ilusión estas fechas (mi yo pasada incluida, que aquí no se libra nadie).

Porque colegas, en navidad no celebramos el nacimiento de Jesús, y tampoco es una excusa de origen pagano para tener vacaciones, salir de fiesta y ver a la familia y amistades. La navidad, hoy día, es un producto muy bien moldeado por el sistema capitalista. El señor Capital quiere que consumas, y para ello te habla de las bondades de estas fechas, te la vende con anuncios ñoños, y mensajes con sobredosis de azúcar para que te resulta una dulce, dulce experiencia. ¿Porque a quién le amarga un dulce? ¡Hasta el Grinch, con lo rancio que es, acaba cayendo ante los encantos de la navidad! Porque da igual cómo la celebres, lo importante es que le des tu propio significado y lo hagas. Y si no, es que tienes un trauma.

Si pensamos en la navidad, ¿qué se nos/me viene a la cabeza? Luces pagadas con los impuestos de todos (cristianos, musulmanes, ateos y agnósticos); negocios decorados excesivamente durante dos o tres meses; villancicos relatando lo grande que fue Jesús, nuestro único salvador, sonando a todas horas en edificios públicos; niños ilusionados porque unos señores de Oriente -o un gordo bonachón diseñado por Coca Cola- van a traerle decenas de presentes a ellos mientras que a los niños  de los países empobrecidos seguirá obsequiándolos con malnutrición y guerras; padres endeudados con el banco para poder comprar a sus criaturas la última Barbie anoréxica o el último juego de pegar tiros; contenedores llenos de envoltorios de plástico o de materiales de un sólo uso (que acabará en los océanos contaminando sus aguas y matando animales); comidas copiosas donde los protagonistas son los animales muertos (cochinillo -que viene a ser una cría de cerdo-, cordero, ternera... sí, todos esos bichos tan monos que decoran los almanaques del año nuevo y que dan forma a los peluches que regalamos a los niños); madres y abuelas esclavizadas en la cocina para tener a todos contentos; encuentros con familiares a los que vemos una vez al año y con los que no hablamos casi nunca; mensajes de WhatsApp en cadena donde te sugieren que bombardees a 15 de tus contactos con el mismo mensaje impersonal y carente de sentido para que la Virgen (que, por cierto, ni era virgen ni santa, porque las mujeres también follan) no te maldiga con un año de mala suerte... En fin, todo muy bonito.

«Pero luego bien que disfrutas de las vacaciones de navidad, ¿eh?» Esta frase no sé si me da pena o risa. Aunque luego recuerdo que cuando uno se ve invadido por el espíritu del capitalismo de la navidad, se olvida de la clase obrera y de su lucha para conseguir derechos para los trabajadores como podían ser las vacaciones, o de que miles de años antes de Jesús ya existían otras tradiciones paganas (¡incluso las vacaciones!).

Hablando de trabajadores, ¿alguien se para a pensar en esta clase social y las horas extra y de estrés que echa cuando hace sus compras navideñas? ¡Ay, qué bueno es el capitalismo! Siempre ofreciendo trabajo a las clases más desfavorecidas para ellos poder seguir enriqueciéndose a costa de las "necesidades" de la plebe. Porque, ¿cómo vas a dejar a un niño sin regalos y sin inculcarle el valor de los bienes materiales? ¿Cómo vas a dar un regalo envuelto en papel reciclado -¡o sin envolver!- teniendo en el chino el rollo de plástico con brillantina a 1€? ¿Cómo vas a comerte una ensalada o una cremita de verduras en nochebuena pudiéndote comer un cochinillo, una sopa de mariscos, un plato de jamón ibérico, y una bandeja llena de turrones?

Lo último que queremos en navidad es dar imagen de cutres y miserables, vaya ser que Papá Noel nos vea y se dé cuenta de que hemos tenido en cuenta al planeta, a las personas más desfavorecidas y a los animales y nos quedemos sin regalos. Y quedarse sin el reloj de pulsera, la colonia, el pijama, los calcetines y la caja de Ferrero Rocher en estas fechas es muy triste...

¡Y que conste que me encantan los pijamas y los calcetines!





1 comentario:

Pedro dijo...

Feliz navidad y gracias por la reflexion. Debo decir que eso sonó muy cristiano.