It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

domingo, 4 de noviembre de 2018

¡Eureka!

"[...]Me metí en lo más hondo
por ver si, al fin, estabas.
[...]Y nadie me hizo señas[...]
nadie me dijo[...]
Que a ti se te encontraba
en las cimas del beso
sin duda y sin mañana."

¿Cuántos de nosotros nos mostramos tal y como somos? ¿Quiénes de nosotros nos atrevemos a dejarnos encontrar por los demás?

Cuando hoy en día todo es tan rápido como hacerse un perfil en una aplicación para "conocer" gente (bonito eufemismo para en muchos casos tener sexo vacío; puede que placentero -sí-, pero insignificante), cuando todo es tan inminente y urgente, irremediablemente nos volvemos perezosos, se nos escapa el interés y a fin de cuentas se pierde la esencia de lo que supone descubrir realmente a una persona. Pero, ¿es en realidad la inmediatez y la fácil accesibilidad lo que nos hace volvernos frívolos y despreocupados? O ¿es quizá el miedo a despojarnos de nuestra armadura ante alguien lo que nos bloquea? Yo opto más por lo segundo.

Desnudarnos en cuerpo y alma conlleva un riesgo: el riesgo de que conozcan el más mínimo detalle de quiénes somos realmente. Profundizar con alguien supone que esa persona descubra todas las sutilezas de nuestro ser. Y ¿cuál es el problema de ello? Pues que podemos descubrir cosas que no nos gustan, que no esperábamos, que nos desconciertan, que nos sacan de quicio, que nos decepcionan y que incluso nos hacen dudar de todo cuanto sentíamos y creíamos tener seguro. Y eso en la mayoría de los casos se traduce en gente que se espanta y sale corriendo. Conocer demasiado a menudo hace que las conexiones se rompan porque no todos están dispuestos a aceptar lo bueno y, sobre todo, lo malo de alguien. Es muy difícil aceptar y amar a alguien incondicionalmente, con sus luces y sus sombras. Se ha de ser muy valiente para aceptar ese reto con decisión y disfrutar de la experiencia. Vivimos en una sociedad donde desechamos enseguida aquello que a la mínima empieza a fallar o a chirriarnos. No nos tomamos molestias en indagar, observar con los cinco sentidos y comprender las partes "oscuras" de una persona. Es más fácil hacerlo todo breve, instantáneo, temporal... hacer que algo dure sólo el tiempo que no nos suponga ningún esfuerzo.

Sin embargo, hay veces (en un pequeñísimo porcentaje), en que cuando alguien llega a conocer esas sutilezas, esos pequeños matices de nuestra personalidad, esa persona en lugar de horrorizarse, se fascina y unas ganas inmensas de permanecer ahí descubriendo más se apoderan de ella. Y entonces uno se vuelve adicto a la información, necesita saber más, preguntar y obtener más respuestas... aún cuando esas respuestas no son de su agrado o compartidas.

Una vez se han roto las barreras y asumimos el riesgo, las emociones empiezan a derramarse sin control, cual lava de volcán. Se desbordan sin mesura y rebosan por cada una de los poros de la piel. Y es entonces cuando la mayor parte del miedo desaparece y se empieza a experimentar una confianza reconfortante y motivadora. Y es ahí cuando uno desea y ansía más de todo porque descubre que cuando deja de pensar y simplemente se dedica a dejar fluir esas sensaciones, nada importa tanto. Se da cuenta de que nada tiene tanto peso como para estropear algo tan puro. Y aun cuando por fugaces instantes la incertidumbre y la duda le invaden, una voz pequeñita pero imponente dice interiormente “Y si lo hubiera, ¿qué más da? Disfruta mientras dure”. No es que a una le traiga sin cuidado que algo tan bello se acabe, más bien quiere que dure eternamente (y en el fondo, pase lo que pase lo hará)... sólo que le preocupa más que el presente sea merecedor de ese futuro tan prometedor con el que se ilusiona, fantasea y sueña despierta y dormida a todas horas.

Y cuando ya te has bañado a gusto en la piscina que tanto respeto te imponía al principio, acabas aprendiendo que para llegar a esa persona (y que esa persona llegue a ti) tan sólo había que buscarla a través del beso, como dice el poema, “en el vértice puro de la alegría alta, multiplicando júbilos por júbilos, por risas, por placeres”.  Es decir, dejando a un lado el temor a repetir errores, la inseguridad de no saber si seremos correspondidos, la desconfianza hacia lo nuevo, la ansiedad por posibles decepciones y la pena por los traumas pasados.



Fue así, pues, como encontré belleza, puro amor y placer en la naturalidad, en la espontaneidad, en la simplicidad, en la imperfección, en lo cotidiano, en la sencillez y hasta en el desacuerdo. Permitiéndome erupcionar y disfrutando de cada minúsculo momento de la experiencia.

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