It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

domingo, 26 de abril de 2020

Todas para una y una para todas

Históricamente las mujeres hemos sido conocidas por ser malas y peligrosas. Sólo hay que recordar que cargamos con la culpa del pecado original por la curiosidad y desobediencia de Eva. Y desde entonces se ha dicho de todo sobre nosotras: que somos malas entre nosotras, envidiosas, superficiales, falsas, amigas desleales, criticonas, interesadas y un largo etcétera. Yo misma he llegado a creer estas afirmaciones sin pararme ni un segundo a pensar en por qué era eso así. Y lo cierto es que, a día de hoy, después de mucho análisis, he llegado a la conclusión de que no somos nada de eso.

Si hay algo que todas compartimos es la propia experiencia de ser mujeres, de haber nacido y sido socializadas como mujeres. Esta realidad y lo que ello conlleva eclipsa y anula todos los calificativos que nos han acuñado a lo largo de la historia, cuyo objetivo era crear competitividad entre nosotras y separarnos. Porque es unidas cuando podemos ser realmente peligrosas para el status quo. Así que por ello el patriarcado se ha encargado muy bien de instaurar la misoginia dentro de cada una de nosotras a través de la educación y la cultura. Divide y vencerás, pensaron ellos.

Pero volviendo a lo que nos une. Es innegable que todas las mujeres del mundo sufren día a día las consecuencias de vivir en un mundo hecho por y para hombres. Y a pesar de ser la mitad de la población mundial se nos ha excluido de todas las esferas de poder, de aquellas que construyen las civilizaciones y sociedades humanas. Y es esa exclusión y esa opresión compartida la que nos une y nos recuerda que no somos enemigas, sino que debemos ser aliadas en una lucha por nuestra propia liberación. Porque no, no queremos igualdad, no queremos ser iguales que los hombres ni tener sus mismos privilegios, queremos desmontar todo el sistema y crear uno nuevo basado en una igualdad real, de base. Queremos una revolución.

Y ¿cómo llegamos a esta conclusión o a esta casi revelación divina? Gracias al feminismo. Porque el feminismo es un movimiento ideológico de liberación. Es un movimiento que te coge por los hombros y te menea de tal manera que se te caen todos los valores adquiridos a lo largo de tu vida. Y entonces te hace ver el mundo desnudo, tal cual es. Y no hay vuelta atrás. 

Es desde el feminismo donde surgen campañas como el #metoo, el #yosítecreo, o el #cuéntalo. Campañas hechas para decirles a las mujeres que no están solas, que todas hemos pasado y seguimos pasando por las mismas experiencias opresivas. Y esto crea un sentimiento de pertenencia tan fuerte que es imposible controlar las ganas de gritarle al mundo todo cuanto destapas y descubres cada día. No es obsesión, no es una secta. Es una lucha por los derechos humanos que se nos siguen negando. Y cuando se trata de defender algo tan básico como los derechos humanos, no hay tiempo para individualismos, percepciones personales ni justificaciones, lo que es urgente es la lucha colectiva de todas las mujeres del mundo (el 51% de la población mundial). Sin jerarquías verticales (propias del patriarcado), sino desde la horizontalidad, donde todas aportamos por un bien común.

Y así es como se crean las manadas de verdad, las que salen juntas y cooperan para luchar por nuestras vidas, nuestra libertad y nuestra dignidad. Así es como se crean las auténticas redes sociales, los grupos de concienciación, las jornadas y feminarios donde todas acabamos conociéndonos y aportándonos valor unas a otras. Todo por una causa común: la liberación. Y ese luchar codo con codo, mano a mano, se llama sororidad. Y es la que hace que si se cae una, nos levantamos todas. La que nos convierte en mosqueteras y hace que estemos todas para una, y una para todas.


"El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente". ~Simone de Beauvoir

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