It's hard to stay mad when there's so much beauty in the world.
Sometimes I feel like I'm seeing it all at once and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst.

martes, 9 de abril de 2019

¡Justicia!

A partir de un desagradable incidente que tuvo una amiga esta tarde, he estado reflexionando sobre las personas que, como nosotras, no podemos callarnos cuando presenciamos una injusticia. A menudo he sido siempre esa amiga ruidosa, que se mete en "líos" cuando cree que tiene la razón en algo, cuando cree que no se está haciendo lo correcto. ¿Cuántas veces habré oído eso de "ya está, déjalo estar"? Y si no lo decían, lo expresaban con su mirada de vergüenza. La vergüenza que yo, desde luego, y mucho menos la persona que cometía la injusticia, no sentíamos.

Pero, ¿por qué la gente lo pasa tan mal si yo intervengo en una situación de abuso o injusticia? ¿Por qué está mal visto que alguien "se meta donde no la llaman"? ¿Por qué se prefiere y alaba la pasividad y la discreción? Pues está claro, creo yo: para que los abusadores pueden seguir ejerciendo su poder. Y yo me pregunto, ¿dónde estaríamos ahora y en qué clase de sociedad viviríamos si nadie hubiera sido nunca políticamente incorrecto, si nadie hubiera desafiado el orden establecido? ¿Creéis que las personas negras, por ejemplo, podrían ser consideradas como iguales si Rosa Parks hubiera obedecido las normas y no se hubiera sentado en la zona reservada para las personas blancas? ¿Creéis que habríamos avanzado como sociedad si todo el mundo hubiera actuado siempre de forma pasiva y callándose ante lo que no era justo?

Mi amiga hoy ha tenido que pasar un mal rato por el simple hecho de ejercer su derecho, por no callarse cuando la han violentado e insultado, por quedarse a defenderse, por exigir que se conociera la verdad, por no permitir que le llevaran la contraria cuando ella tenía algo objetivo a lo que aferrarse (en este caso la ley). Sin embargo, la gran mayoría, a la mínima que detectan una situación problemática o de desacuerdo, sale corriendo. La mayoría prefiere no discutir, pasar, ignorar a los agresores y abusadores, no entrar al trapo. Eso sí, cuando ésta se encuentra en el lugar de víctima, bien que le gusta que alguien salga en su defensa. 

Pues bien, ¿sabéis qué? El mundo no cambia a base de silencios o de mirar a otro lado. El mundo cambia con ruido, con malestar, con revoltijos de estómago, con gritos de lucha, con revoluciones. ¿O acaso creéis que el camino hacia la libertad y los derechos fue/es un paseo de rosas divertido y agradable? No. La justicia duele, desgarra, desangra, ensordece, te deja afónica, te marca el alma y a veces la piel... Pero cuando sanas, te conviertes en alguien fuerte, sin miedo, increíblemente poderosa, y totalmente libre.

Gracias a todas las personas guerreras que no se callan, que alzan su voz antes las injusticias, que se meten donde no las llaman, que no les importa enfrentarse a los malhechores para liberarse y liberar a los demás. Porque gracias a esas personas hoy podemos disfrutar de un lugar un poquito más justo que ayer.

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